NUEVAS VERDADES, NUEVAS ANGUSTIAS. PROPUESTAS PARA PENSAR EN UN JUJUY ADOLESCENTIZADO

Autores: por Facundo Sebastián Astorga Iñiguez, Ariel Carlos Corasi


“Cada generación construye un pasado a su medida, organiza mitos
que la orientan, y nuestro trabajo, como historiadores y como profesores,
muchas veces es hacer de aguafiestas”

Federico Lorenz

Precisiones conceptuales: memoria, identidad y subjetividad

Hablar sobre memoria, identidad y subjetividad implica poder referirnos a los modos con los cuales los sujetos se identifican con un grupo social determinado, su historia, su cultura y tradiciones, y de esa manera se representan hacia los demás. Implica por lo tanto la apropiación de patrones socialmente compartidos y que se considera tener en común en función a un grupo de referencia o de pertenencia. La misma penetra en los sujetos creando sentimientos mutuos de arraigo hacia un determinado lugar, tradiciones, costumbres, sentido nacional, sentido provincial.

El concepto de memoria es un concepto crucial (…) la memoria como capacidad de conservar determinadas informaciones, remite ante todo a un complejo de funciones psíquicas, con el auxilio de las cuales el hombre está en condiciones de actualizar impresiones o informaciones pasadas, que él se imagina como pasadas (Le Goff, 1991, p.131).

La memoria es el recuerdo, la reconstrucción que un individuo o un grupo más o menos numeroso (memoria colectiva) mantienen de un hecho o de una época, que puede ser selectiva, fragmentaria y parcial, que responde a los intereses o a los sentimientos de algunos de los distintos sectores de la sociedad y es subjetiva ya que es de alguien, sea de una persona o de una comunidad (Eggers-Brass, 2006, p. 28). Análogamente, la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por el poder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas. Los olvidos, los silencios de la historia son reveladores de estos mecanismos de manipulación de la memoria colectiva basadas en una reconstrucción generativa y no en una memorización mecánica (Le Goff, 1991, p. 131). Esta memoria colectiva forma parte de una memoria oficial entendida ésta como el relato sobre el pasado que va construyendo el Estado a lo largo del tiempo (Teruel, et al., 2012, p. 40).

Asimismo, desde otro marco disciplinar, los psicólogos y los psicoanalistas han insistido, ya a propósito del recuerdo y a propósito del olvido, sobre las manipulaciones, consientes o inconscientes, ejercitadas sobre la memoria individual por los intereses de la afectividad, la inhibición, de la censura (Le Goff, 1991, p. 131) pudiendo de este modo pensar a la memoria en su dimensión dinámica enmarcada como un proceso de construcción multidireccional y contextualizado en un marco histórico-social determinado.

El termino identidad viene del latín Identitas, es decir “lo que es lo mismo” o “ser uno mismo” (Rizo, 2006, p. 8). La identidad es un proyecto (...) que los individuos construyen en interacción simbólica con los otros (...) y se constituye de discursos y narrativas sobre sí mismo según un patrón de significados culturales (Larrain, 2003, p. 32). En este sentido la identidad individual se complemente y se nutre de una identidad colectiva que puede tener un aspecto de identidad nacional, entendiendo ésta como una identidad que se construye en relación a las instituciones estatales tales como el ejército, la variedad de los medios de comunicación que El Estado controla, los contenidos y símbolos de la identidad nacional como lo son las tradiciones, ceremonias, celebraciones, días nacionales, aniversarios, paradas militares, etc.; todos símbolos creados por el estado que buscan extender el sentido de una identidad común al unir y activar la comunidad imaginada que es la nación (Larrain, 2003, p. 40).

Por otro lado, tratar la subjetividad es hablar de modos de ser y estar atravesado por los discursos de cada momento histórico. La subjetividad está inmersa en lo socio-histórico entramando prácticas, discursos, sexualidad, ideales, deseos, ideología y prohibiciones. Es producto de una interacción constante entre “lo biológico” y “lo social” a través de la cual se construye la historia (Hornstein, 2013, p. 172) entendida como representación producida, sostenida y trasmitida por medio de diversas formas simbólicas (palabra hablada, escrita, imagen gráfica, televisiva, juegos, objetos, etc.) que posee marcas de valores e ideales de una época (Santos, Saragossi y otros, 2006, p. 194). Lo subjetivo entonces refiere al sujeto en su interacción con los contenidos históricos-sociales de su momento en la que se construye y se constituye en una constante relación sujeto-objeto dado que cada época es un escenario de producción de subjetividades, lo cual tiene que ver con formas históricas en la que cada escenario epocal produce sus propios enunciados éticos, sus basamentos morales, sus modos de producción, las formas en que los sujetos perciben y se vinculan con la realidad. Al respecto Silvia Bleichmar en una conferencia mencionaba que “… hay una producción de subjetividad en Atenas, en Esparta, en la Argentina menemista donde el éxito inmediato va acompañado de cierto rasgo de inmoralidad. Yo en el año '95-'96 apelaba a ciertos recursos históricos para no sentirme estúpida. Porque cada vez que alguien me trataba por estúpida por ser moral... bueno, ¿qué hubiera pasado en el año 0? Y uno hubiera estado contra Pilatos... ¿qué hubiera pasado en el '39 si uno guardaba a un judío en la casa? Hubieran pensado que uno era demente, no alguien ético” (Bleichmar, 2003, p. 2).

Por lo tanto compartir una memoria es al mismo identificarse (individual o colectivamente) con ese pasado común que al mismo tiempo produce subjetividades, modos de sentirse y de actuar en función de ese pasado compartido, que se corresponden a un contexto epocal determinado. Entonces podemos decir que desde los marcos conceptuales expuestos anteriormente, estas líneas teóricas abordadas, de alguna manera son indisociables entre si y que esto implica un frecuente y constantemente dialogo entre los mismos dado que se imbrican y se construyen mutuamente en una suerte de construcción conceptual dinámica.

El discurso oficial del éxodo jujeño: una mirada mitrista

Palacios de Zorraquín escribió en 1938: “Caravana triste de hombres y mujeres / que un impulso heroico los movió a partir / dejando tras ellos convertido en ruinas / lo que fue hasta entonces su dulce y serena razón de existir” (citado por Teruel et al., 2012, 40). Aproximadamente es esta la representación que se tenía en los años 30 del denominado Éxodo Jujeño y que aun en la actualidad se mantienen en el imaginario social.

La idea general es que la ciudad quedó vacía, incluso los solares vecinos, las acequias destruidas, los pozos cegados, los almacenes y depósitos vaciados, los animales desaparecidos, quedando calladas las aguas cantarinas del Rio Chico y los pájaros bullangueros al ver salir un pueblo acongojado pero con el honor y altives de ser hombres libres por propia voluntad (Grenni, 2012, p. 9) quedando solo un campo de silencio y desolación (Drago y Farrapeira, 2007, p. 13) abandonando una tierra enlutada con los restos negros de las grandes fogatas acompañado de un humo acre y espeso que pregonó la tragedia a los cuatro vientos (Loyola, Tejerina y Naser de García, 1992, p. 80) es la versión que mezcla lo histórico con lo poético e idealizado, una suerte de historia romántica jujeña, y es parte de un discurso compartido en la memoria de los jujeños y es el eje central de la identidad histórica que nos hemos construido.

Es así que este hecho considerado como “gesta heroica” lo hemos significado teniendo como punto de valorización central la “gran hazaña del general Belgrano y la valentía del pueblo jujeño”, en otras palabras se mitificó el hecho al punto que nos construimos, casi sin darnos cuenta, una memoria compartida sobre lo que pasó, mezclando espontáneamente realidad y ficción, nutriendo una memoria oficial denominando “Éxodo Jujeño” para reforzar el costado mítico del relato y llamando “héroes” a sus protagonistas y buscando instaurar lugares de memoria para fortalecer la identidad de los habitantes de Jujuy (Teruel, et al., 2012, p. 40) produciendo un arraigo al suelo de Jujuy que nos sirve como fenómeno identitario de toda una provincia.

De esta manera el discurso de los relatos orales se complementó dialécticamente hablando de la historia oficial promulgada en los ámbitos educativos: la historia según Bartolomé Mitre (1821-1906). Esta versión de los hechos, que surgió a partir de los aportes de De Angelis, se basó en un modelo positivista y erudito de la época, sostenido en fuentes documentales (Eggers-Brass, 2006, p. 40) y con pretensión de “objetividad” dejando bien marcado quienes fueron los Constructores de la Argentina (Galasso, 2012, p. 9). Esta inclinación historiográfica, tuvo como objetivo principal de la época resaltar la figura de diferentes militares y caudillos. Este fue el motivo por el cual la figura del Gral. Belgrano se fue sacralizando e idealizando a lo largo de la historia y llegó a convertirse en figura emblemática, transformándose en el personaje icónico, tanto del éxodo jujeño como del pueblo jujeño.

En definitiva podríamos afirmar lo mismo que Florescano quien piensa que la historia fue escrita por la clase social dominante respondiendo a interese económicos y políticos más que sociales de las clases más desfavorecidas, entonces, si para los poderosos la reconstrucción del pasado ha sido un instrumento de dominación indispensable, para los oprimidos y perseguidos el pasado ha servido como memoria de su identidad y como fuerza emotiva que mantiene vivas sus aspiraciones de independencia y liberación (citado por Eggers-Brass, 2006, p. 29).

La actual producción historiográfica en torno al Éxodo Jujeño y su impacto en la sociedad jujeña

En un congreso provincial de historia Salomé Boto y Mirta Gutiérrez presentan sus investigaciones acerca de nuevas verdades del éxodo, retomando el trabajo de la profesora Viviana Conti, exponiendo que existe un discurso idealizado y mitificado sobre los acontecimientos del denominado éxodo jujeño, retomando a al mismo tiempo los aportes de Vicente Cicarelli quien analizó fuentes documentales del Museo Mitre, documentos del Museo Belgrano, Archivo General de la Nación, Archivo Histórico de Bolivia, archivo Histórico de la Provincia de Jujuy, entre otras fuentes a las que se tuvo que remitir el equipo coordinado por esta autora y había planteado anteriormente que “no fue un solo éxodo, ni tampoco se fueron todos, no se quemaron las chozas y no quedo un viejito solo tocando la campana” agregando que los que partieron lo hicieron más por miedo que por gesto de valentía y patriotismo (Boto y Gutiérrez, 2016). Por otro lado los que se quedaron, las familias tradicionales, lo hicieron a fines de hacer pactos contrarrevolucionarios con los realistas disponiendo un cabildo abierto para tales fines (Barba, 2016).

En este mismo sentido en una entrevista llevada a cabo a Romina Cabana se estipula también que es imposible hablar de la mitificada quema de cosechas porque era en el mes de agosto, época poco probable de llevar a cabo la actividad de cosecha en cualquier producción agrícola (Remy, 2016).

Boto y Gutiérrez (2016) también ponen en evidencia el rechazo tanto del pueblo jujeño, como también de diversos medios de comunicación de la provincia y otros organismos a partir del descontento que estos aportes generaron dado que entraron en conflicto la narración de la historia épica conmemorativa con la relectura de esa versión oficial inmutable e intocable de la historia. Por ello el documental promovido por el canal Encuentro y proyectadas en los vuelos de la Aerolínea Argentina produjo una solicitud de censura de tales producciones a cerca del éxodo, afirmado que se trata de un contenido que lastima la identidad de los jujeños. Misma suerte corrieron las cartillas antes mencionadas, las cuales en un principio fueron hechas al pedido del Gobierno de la Provincia de Jujuy pero que al ser publicadas el mismo organismo solicitante las censura y elaboran desde la Legislatura una resolución de censura al respecto acusaron a los historiadores de divulgar una versión polémica construida en función de fuentes orales falsas o de procedencia dudosa sumado a que el Instituto Nacional Belgraniano manifestó sus múltiples desacuerdo con respecto a este contenido de las cartillas del éxodo jujeño adhiriendo a la medida de censura impuesta por el gobierno.

La adolescencia como metáfora de la angustia de una sociedad

Este es uno de los apartados en los que deseamos destacar la importancia de determinar el concepto de adolescencia en el psicoanálisis postfreudiano como eje de análisis de la angustia identitaria y subjetiva que los jujeños atraviesan frente a los nuevos discursos históricos en torno al “Éxodo”. En este sentido tomamos los aportes de Freud (1914.) y los de Knobel y Aberastury (1989).

Antes de adentrarnos en los conceptos del psicoanálisis es dable a mencionar que la adolescencia, según Larson y Wilson, es un concepto amplio, abordado y conceptualizado por distintas disciplinas de las ciencias sociales. Algunos autores lo consideran como una transición del desarrollo que implica cambios físicos, cognitivos, emocionales y sociales, y que asume diversas formas en diferentes entornos sociales, culturales y económicos (citado por Papalia, et al., 2009, p. 461).

Partiendo de “Tres ensayos de una teoría sexual” de Sigmund Freud, la principal tarea del adolescente es la elaboración de la salida exogámica y la deslibidinización de las figuras parentales como ejes cruciales que producen una necesaria y esperable angustia en la adolescencia (Freud, 1905) que posibilita un hallazgo de objeto no incestuoso (Freud, 1914) llevando al adolescente a una suerte de condena a explorar estos objetos en el ámbito de la cultura (Waserman, 2011). En este sentido la subjetividad adolescente se halla atravesado por un conjunto de duelos de tener que desidealizar a las figuras parentales, dado que durante la infancia el sujeto se ha construido una imagen omnipotente, omniprotectora y omnisciente de los adultos que lo han criado y por lo tanto lo han constituido.

Este proceso subjetivo de desidealizar implica romper los mitos de sacralidad, perfección y autoridad que se tenía de los padres. No es desdibujar el lugar del adulto ni que el adulto deba abandonar al adolescente a su suerte, más bien es en esta etapa crucial donde el sujeto demandará del adulto un sostén subjetivo que le permita atravesar esta etapa vital del desarrollo. Lo mismo vale para el duelo por la identidad, dado que el sujeto logrará construir la nueva identidad adulta en la medida en que estos le faciliten los recursos simbólicos que le permitan identificarse con los contenidos de la cultura, completando de ese modo con la salida exogámica hacia el espacio extrafamiliar.

Asimismo, entendemos que el fenómeno de desacralización de la figura del Gral. Belgrano lleva consigo una elaboración de duelos o crisis subjetiva que se asemejan a los de la adolescencia en función de sus figuras parentales constituyentes, es decir que durante la infancia los sujetos construyen una imagen omnipotente y protectora de esas figuras que devienen en sostenes para esta primera etapa de la vida pero que deben ser desidealizadas y humanizadas hacia las primeras etapas de la adolescencia, proceso que provoca una normal y esperable angustia, lo cual es asimilable a la que los jujeños atraviesan en función de humanizar y desmitificar la figura de Belgrano.

En este mismo sentido es equiparable esta semejanza en función del duelo por la identidad, pues el sujeto en su tránsito adolescente debe poder elaborar psíquicamente su nueva identidad ya que en este punto deja de ser niño para pasar a ser adulto, lo cual deviene en una angustia por la esa nueva posición subjetiva que debe abandonar por una que debe construir en los avatares propios esta etapa. Es esta la instancia que consideramos comparable con la negación por esa nueva identidad histórica que propone el nuevo discurso en torno al éxodo, dado que como pueblo jujeño hemos construido una identidad idealizada en los hechos y las proezas de aquel “pueblo heroico” que hoy se deconstruye a través de los nuevos aportes que la historia realiza y lo cual provoca este duelo por la identidad en decadencia.

Las nuevas verdades y su incidencia en la subjetividad jujeña

En el marco de la producción historiográfica actual se denota una clara “desidealización” de las figuras patrias que por mucho tiempo la historiografía clásica mitrista mostró a los héroes nacionales como seres humanos perfectos, enaltecidos en bondades y proezas heroicas (muy similares a los padres de la infancia conceptualizada por el psicoanálisis), en otras palabras, estas imágenes creadas por la historia clásica han producido subjetividades y el sacar a esos héroes de ese lugar no ha sido sino al costo de producir heridas narcisistas en el seno de la identidad colectiva provincial que no es más que un apego subjetivo que se tuvo respecto de los llamados “padres de la patria”.

Esto ocurre hoy en día respecto de la desmitificación del denominado “Éxodo Jujeño”, y es por ello que como jujeños muchos pueden sentirse heridos en lo más profundo de su identidad colectiva provincial, dado que este mito de 1812 no solo nos señala las heroínas que contribuyeron a la libertad del país, sino que es esa misma imagen socialmente construida la que nos representa e identifica frente al resto del país en la historia independentista nacional que ahora se deconstruye. Por lo tanto desmitificar el éxodo tiene un doble movimiento subjetivo que produce angustia y duelo en el jujeño: por un lado la caída de los ideales encarnados en Manuel Belgrano (que bien puede ser entendido como un padre simbólico en los enunciados historiográficos tradicionales) y los “héroes anónimos” que abandonaron y quemaron sus hogares para contribuir a la estrategia militar del “Gran General”, y por otro lado una Herida a la identidad que hemos internalizado desde el discurso de la enseñanza primaria y demás contenidos culturales compartidos. Es decir, se produce un doble núcleo de heridas por parte de esta “desmitificación” o “despaternalizacion” que tiene como punto principal de trasgresión en la memoria colectiva jujeña evidenciando una postura de rechazo frente a estos nuevos aportes. Al respecto Boto y Gutiérrez se preguntan ¿Por qué la deconstrucción de un mito con estatus fundacional provoca rechazo o repudio en un sector de la sociedad jujeña?

En otras palabras, podemos decir que de alguna manera los nuevos trabajos historiográficos del éxodo jujeño realizados en torno al Bicentenario de la Independencia Argentina por la UNHIR tuvo un fuerte impacto en la comunidad jujeña, ya que en cierto modo, este acontecimiento antes nombrado había definido una manera de sentirse y de pensarse como jujeños, atentando en contra de la memoria colectiva que desde la producción de la denominada “historiográfica oficial” se fue desarrollando, tanto en la Argentina como en la provincia de Jujuy específicamente.

Entonces si desidealizar las figuras parentales en la adolescencia produce angustia lo mismo que abandonar la identidad anterior para construir una nueva ¿No podríamos pensar acaso que la publicación de los avances historiográficos qué develan las nuevas verdades en torno al Éxodo Jujeño son rechazados por distintos ámbitos (políticos, mediáticos, educativos, etc.) porque es una forma de negar la angustia que provoca tener que desidealizar al héroe de la patria y tener que buscar una nueva identidad si la actual es transgredida? ¿No es acaso un duelo subjetivo equiparable al proceso del tránsito adolescente lo que se vive como jujeños frente a este nuevo marco de conocimiento? ¿No estamos autorizados acaso a pensar en un “Jujuy Adolescente” que deberá, desde sus instituciones, elaborar estos duelos para soportar las nuevas verdades que los historiadores nos muestran? En Efecto, de Alguna manera, estos cambios historiográficos ¿Nos arrebataron la identidad como pueblo jujeño?

Y si los duelos contribuyen a la constitución y producción de subjetividad, ya que no hay complejización psíquica posible sin desinvestimientos y reinvestimientos que conlleva a una necesaria transformación (Hornstein, 2013, p. 172) ¿Hacia qué transformación subjetiva e identitaria llevaran estos aportes en el sentir provincial del jujeño?

Conclusión

Esperamos haber logrado dar una mirada interdisciplinar enlazando historia y psicología a lo largo del texto propuesto dejando claro nuestra postura acerca del fenómeno del rechazo a los nuevos conocimientos en torno al Éxodo jujeño que proponen una deconstrucción al mito oficial que durante tanto tiempo sedimentó como discurso identitario y se impregno en la memoria compartida colectiva, trasmitiendo marcos subjetivos resaltando el patriotismo y el nacionalismo.

La propuesta seria entonces el poder pensar intervenciones, desde las disciplinas afines (la educación, por ejemplo) que logren sostener esta suerte de angustia identitaria desde las instituciones para que como jujeños podamos elaborar esta identidad en decadencia y construir una nueva en función de pensar una historia desmitificada, tratando de humanizar a los “héroes” de la independencia logrando elaborar simbólicamente estos aportes en vez de negarlos o prohibirlos.

Entendemos como jujeños que estos procesos no serán fáciles de asimilar ya que atentan de alguna manera al sentimiento de identidad compartida, pero otra parte creemos importante desde lo académico reflexionar desde quien y para qué esta escrita la historia y las finalidades que esta escritura tienen implícita o explícitamente. Incentivamos también, no solo al ámbito académico-universitario, a promover esta reflexión, sino también a todos los sujetos reconociéndonos actores participes en la construcción histórica.

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