Psicólogo U.B.A
En reiteradas oportunidades contemplo en mi trabajo diario a pacientes que se sorprenden de comportamientos o actitudes que no necesariamente persiguen su bienestar. “¿Cómo voy a hacer esto si yo lo que busco es estar mejor?” “No entiendo la lógica de lo que me planteás, ¿vos me querés decir que lo que estaba buscando yo es reventarme?”. El masoquismo como aquella situación en la que encontramos placer en el sufrimientoes tan propio de la condición humana como aquellas miserias que cotidianamente preferimos velar.
En alguna oportunidad como estudiante de grado me sorprendió gratamente una frase de quien entonces era mi docente y actualmente se ha vuelto una colega de referencia: “Siempre pensá en la lógica del síntoma. El Gran Maestro siempre nos enseña que si un comportamiento se repite no es sin algún tipo de ganancia para el aparato” Tengo por objetivo en este trabajo profundizar en los desarrollos freudianos sobre el masoquismo para alcanzar una mejor comprensión de su lógica en sus aspectos tópico, dinámico y económico. Intentaré volver a confirmar lo que se me presenta como un axioma en mi clínica cotidiana: el conocimiento de la psicopatogenia se vuelve siempre la vía regia para poder construir la terapéutica que permita la desarticulación del síntoma.
“Dostoievski y el parricidio”es un ensayo escrito por Freud para una introducción de un libro que reuniría bocetos y borradores vinculados a “Los Hermanos Karamazov” del escritor ruso. Dicho ensayo aborda en una primera parte su masoquismo, su sentimiento de culpa, sus ataques epileptoides y su posicionamiento ambivalente en relación al Complejo de Edipo. La segunda parte aborda su compulsión por el juego.
Freud cita en este ensayo 4 aristas del escritor ruso: el literato, el neurótico, el pensador ético y el pecador. Cuestiona este segundo punto relativo a Dostoievski como excusa para introducirse en el análisis de la condición del “Ser Etico”. Define al Sujeto Etico como “quien reacciona frente a la tentación interiormente sentida sin ceder a ella”, ético es quien renuncia a diferencia de quien decide, por la cómoda posición de pecar y luego transitar la vía del arrepentimiento.
Dostoievski no debe ser concebido como libertador en tanto su neurosis lo condenó a la obediencia a los poderes seculares y zaristas. La figura del escritor es planteada alejada del terreno de lo criminal en tanto no refleja los dos caracteres esenciales que a ellos definen: su egoísmo sin límites y sus impulsos destructivos. Lo presenta con una capacidad amatoria gigante y una búsqueda permanente de correspondencia de aquellos sentimientos amorosos. La pregunta que se formula es el causal del nexo del pensador con cuestiones criminales y se responde que el mismo se basa en los tópicos y la calidad de personajes por él construídos en sus obras. La carga de violencia es reflejo de aquella que alberga la descarga sobre la persona propia. La pulsión destructiva no encontró el crimen porque su propia figura lo obstaculizó convertida en masoquismo y sentimiento de culpa. Su carácter agresivo se reflejaría en cuestiones nimias hacia el afuera definiéndolo como el hombre más inofensivo pero se volvería hipernítida en la vuelta hacia sí mismo.
El estudio de su personalidad invita a analizar 3 factores: “la extraordinaria altitud de su afectividad, la disposición pulsional perversa (factor orientador a la condición de criminal o sadomasoquista) y el talento artístico no analizable”. En tanto el yo no es capaz de dominar la complejidad de estas tendencias la neurosis aparece como la consecuencia resultante.
Sus ataques epileptoides podrían pensarse en su veta agresiva, en tanto productores de una descarga motriz, e inconcientes, en tanto no controlables desde la voluntad. La multifactorialidad de la descarga epileptoide obedecería a un abanico de agentes causales combinados entre los que podrían citarse patologías tisulares y tóxicas lo que la haría vinculable a los procesos sexuales de etiología tóxica (concepto que permitiría remitirnos a las neurosis actuales asociadasa la alteración de la economía libidinal). La descarga epiléptica resolvería la descarga somática imposible de ser tramitada en lo psíquico. Desde tal punto de vista la diferencia entre una epilepsia orgánica encefálica de trauma externo y otra neurótica de “perturbación de la vida anímica misma”, correspondiendo la del escritor al segundo tipo.
Se impone la consideración de la hipótesis entre el vínculo del asesinato del padre de Dostoievsky y el parricidio de los hermanos Karamazov. Freud atribuye a la reacción del escritor frente al primero el punto desencadenante de su neurosis. En sus años de juventud Fedor ya temía “caer en un estado de muerte aparente”. Freud plantea entonces la identificación del sujeto con quien ya falleció o con aquel cuya muerte anhela. La lógica que impera dictamina que la muerte nos espera en retaliación al deseo de ella hacia otro. El autocastigoes consecuencia del deseo de muerte hacia el padre rival. En el varón coinciden sentimientos ambivalentes frente a este competidor a quien aparte de querer eliminar se le guarda cierta ternura. La angustia de castración convence al varón de resignar a la madre como objeto con la exigencia de eliminar al padre como rival.
Un elemento que complejiza el proceso tiene lugar cuando la bisexualidad constitucional adquiere una intensidad mayor. Ante la amenaza de castración el niño se identificaría con la madre en su posición de objeto de amor del padre y así admitiría la castración condición sine que non en este proceso. La angustia frente al padre (basada en el terror a la castración) hace imposible el odio al padre, en su vertiente de castigo por haber osado convertirse en su rival como estando en lugar de objeto de amor para él. El agente patógeno encontraría origen en el factor último de la angustia ante la posición femenina.
El Syo como heredero del influjo parental toma la violencia y la crueldad del padre con estas características y descarga su ira contra el yo que asume la pasividad propia de lo femenino. Una imperiosa necesidad del castigo invade al yo que encuentra satisfacción cuando el Syo lo lastima. Este castigo no es otra cosa que la castración. El yo y el syo siguen representando el papel del padre, el primero el del padre muerto y el segundo aquel que mata. El sentimiento de culpa favorecerá la búsqueda permanente de castigo para expiar el pecado. No es en vano que 3 obras maestras de la literatura universal: Edipo Rey, Hamlet y Los Hermanos Karamazov aborden el tema del parricidio y el crimen en todos los casos es motivado por la rivalidad por obtener a la mujer como objeto de amor.
Freud hace alusión al final del ensayo a que la manía del juego de Fedorse presentaba como una fuerza irrefrenable que no claudicaba hasta sumergir en la miseria al jugador. El juego se volvía otra vía regia de flagelo. Y si la pérdida total no era suficiente agregaba la satisfacción masoquista de insultarse y humillarse ante su amada a quien había prometido no volver a hacerlo. Al momento de haberlo perdido todo su producción literaria adquiría la mayor riqueza, seguramente desde la tranquilidad de haber pagado por cada crimen cometido.
La carga de violencia es reflejo de aquella que alberga la descarga sobre la persona propia. La pulsión destructiva no encontró el crimen porque su propia figura lo obstaculizó convertida en masoquismo y sentimiento de culpa.
En su trabajo “Pegan a un Niño” Freud sentencia que dicha representación fantasía es “confesada con sorprendente frecuencia por personas que han acudido al tratamiento analítico a causa de una histeria o una neurosis obsesiva”1. Si hace referencia a la condición de fantasía debemos pensar en esta escena psíquica como el vehículo para la puesta en escena de un deseo. Su repetición frecuente invita a pensar que cierta cuota de placer se le anuda y la vincula a actividades onanistas que podrían volverse compulsivas e instalarse posteriormente como un elemento distónico.
Presenciar como otros niños son azotados generaría un efecto apres coup sobre aquellas fantasías adormecidas despertando en los testigos una “particular emoción”. La indagación profunda sobre la identidad del niño encuentra respuestas esquivas que devuelven sólo el hecho de que un niño es azotado. Por tanto tampoco se pudo obtener respuesta acerca de si quien se visualiza en la fantasía con más nitidez es el que azota o es azotado. Dicho factor dificulta la atribución del carácter sádico o masoquista a la escena.
Pareciera como bien describe en este artículo que determinadas escenas o vivencias convocarían a mociones libidinales. Debido a la presentación de mayor casuística de niñas en su material para trabajar decide analizar la fantasía en personas del sexo femenino.
Corresponde a una época de la temprana infancia y en ella el niño nunca es el azotado, por tal razón podría atribuírsele el carácter de sádica. La violencia no sería ejercida por quien fantasea sino por un adulto quien posteriormente podría reconocerse por el padre de la niña. “EL PADRE PEGA AL NIÑO (QUE YO ODIO)”
El niño fantaseador en esta segunda fase es quien es azotado y tal mudanza hace devenir masoquista a la fantasía. Freud no le atribuye existencia real aunque se infiere por construcción como momento lógico a partir de los efectos observados.
Dicha fase presenta conexión con la primera y la persona que azota nunca es la del padre pudiendo aparecer como indeterminada o cobrar la forma de una figura equivalente a él.
Quien fantasea sólo observa la escena y el giro que la diferencia de la primera es la enorme carga de excitación sexual onanista a ella asociada.
El interrogante que Freud se formula es qué determina el nexo entre esta escena y la excitación concomitante. Postula que la existencia de un competidor que desplace al enfant de su lugar de privilegio explicaría con facilidad el azote como representación de aquella frase “El padre no ama a ese otro niño, me ama sólo a mí”. La represión de las mociones incestuosas se esconde e intenta emerger luego de este desalojo y por tal razón hace lugar a la conciencia de culpa que encuentra nexo con los crímenes incestuosos que se despliegan en terreno inconciente. Conciencia de culpa como fundamento que convierte el sadismo en masoquismo aunque no el único. Dichos niños presentarían seguramente una especial propensión a la regresión a etapas pregenitales. Fijaciones en la etapa sádico anal colaborarían facilitando el componente erótico y ofrecerían la lógica para la comprensión de este enigma.
En Más Allá del Principio del Placer texto de 1920, Freud ya cuestionaría al Principio del Placer como el único rector del funcionamiento del aparato. Habiendo planteado el dualismo pulsional pulsiones de vida vs pulsiones de muerte se interroga sobre el nexo de las mismas con el principio del placer. Retoma el análisis de los principios rectores del aparato y sus postulados que vinculaban el placer al aumento de la tensión en el aparato y el displacer al incremento para ofrecer un viraje interesante. Para contradecir viejos enunciados señala al estado de erección como un ejemplo claro de situación en que el aumento de quantum se vincularía a un estado placentero. Algún factor del orden de la cualidad estaría jugando un rol en este punto y desde tal lugar complejizaría su teoría.
Si el Principio de Nirvana, “súbdito de la pulsión de muerte” obligaría a pensar en una Q=0, que tras modificarse en el ser vivo (imposibilidad de Q=0) habría dado origen al principio del placer “subrogando la exigencia de la libido”, el Principio de Realidad asumiría la exigencia del mundo externo. Dicha base económica será sustento para poder explicar el pilar cuantitativo de este estado al que define como el placer de recibir dolor. Definición que atribuye al masoquismo erógeno pero que bien podría aplicarse al femenino y moral en tanto el primero funciona como base de los mismos.
El masoquismo erógeno es explicado desde fundamentos fisiológicos retomando sus lineamientos de 3 Ensayos. La fuente de la excitación sexual es somática, cuando órganos rebasan cierta cantidad el excedente es vertido hacia el terreno sexual. Procesos internos asociados a un aumento de excitación que provocaría dolor ofrecerían energía para una actividad sinónimo de placer. Excitación dolorosa y placentera a la vez que nos empieza a entregar las piezas que necesitábamos para resolver este complejo rompecabezas. Dualismos que se instalan, pulsión de vida vs pulsión de muerte, placer y dolor, vuelven lo aparentemente contradictorio en algo posible.
La libido en su intento de sofrenar a la pulsión de muerte la convierte en pulsión de destrucción o apoderamiento que vuelta hacia el afuera es sinónimo de sadismo. Aquella que no puede ser extroyectada y recibe ligazón libidinal se vuelve masoquismo erógeno. Si ese sadismo extroyectado retorna hacia el propio sujeto lo hace como masoquismo secundario (segundo al erógeno).
El masoquismo erógeno transita junto a la libido en todas las fases del desarrollo. A saber:
Oral: Angustia de ser devorado por el animal totémico
Anal: deseo de ser golpeado por el padre (rol nalgas)
Fálica: castración como residuo de la fase fálica
Genital: ser poseído sexualmente y parir.
El masoquismo femenino lo presenta como aquel más observable de los 3 en relación a lo fenoménico y Freud lo asocia a una posición pasiva a la que asocia a lo femenino (no es propio de la mujer sino que puede presentarse de igual manera en el hombre). Las manifestaciones que cita en el masoquismo femenino son la de ser castrado, parir y ser poseído sexualmente.
El masoquismo moral es descripto como “una norma de conducta” y vinculado a un sentimiento de culpa inconciente en la mayoría de los casos. Las fantasías a las que hace alusión se presentarían como la expresión de la sexualidad en estos pacientes que por tal razón mostrarían impotencia frecuentemente dado el vuelco de la energía sexual en esta forma de presentación. Las fantasías de ser atado o golpeado con furia que en algunos casos se vuelven un fin en sí mismo y en otros lo que habilita el acto sexual remiten a un niño en una búsqueda incesante por recibir castigo.
Refiere que en este masoquismo parecería haberse aflojado el nexo con la sexualidad. Fundamenta tal afirmación a partir de que el sufrimiento masoquista “tiene por condición la de partir de la persona amada y ser tolerado por orden de ella” pero en el caso del masoquismo moral es indistinta la persona lo único que importa es que quien lo presenta no desaprovechará circunstancia alguna para “poner su mejilla” y recibir un golpe. En el sentimiento inconciente de culpa (de equivocada denominación en realidad debido a su calidad conciente), la necesidad de castigo es muda y por tal razón sumada a su intensidad se para como uno de los más fuertes obstáculos para la evolución terapéutica. El paciente no quiere abandonar su enfermedad y de manera inconciente puede encontrar una amplia gama de variantes para castigarse. Justamente la mudez de esta necesidad de castigo sorprende a nuestros pacientes cuando se la comunicamos, cuando no los enoja. No es infrecuente encontrarse a pacientes que sienten que no tomamos en cuenta su desdicha y refieren que aparte de sufrirla concurren a su espacio de análisis para que los “responsabilicemos” por la misma.
Freud avanza sobre el rol superyoico en la constitución de esta necesidad de padecimiento y considera esencial para tal fin elucidar la diferencia entre la continuación inconciente de la moral (precipitado de los objetos internalizados que fueron aquellos que dictaron las normativas) y el masoquismo moral. En aquella un Syo vigoroso ejerce su sadismo a diferencia de este en el que el yo ruega por castigo superyoico o de cualquier instancia parental o equivalente en el mundo exterior. El sadismo del superyó a diferencia del masoquismo del yo se muestra abiertamente y el paciente puede registrarlo sin dificultades. El masoquismo del yo se mueve cual astuto púgil que engaña y el paciente siempre parece boxear a ciegas hasta que un análisis permite que empiece a cobrar nitidez conciente, instancia que abre la puerta para poder trabajarlo. Cabe destacar también que sadismo supereyoico y masoquismo yoico trabajan de manera sinérgica y deben pensarse como vasos comunicantes cuando se contempla el padecimiento de un sujeto. Interesante resulta el juego de sexualizaciones y desexualizaciones edípicas que se plantean en esta línea. Si la conciencia moral es consecuencia de la desexualización del Edipo, en el masoquismo el movimiento inverso ofrece un nueva resexualización del complejo edípico y por tal razón es una clara muestra de la mezcla pulsional. Encuentra origen en la pulsión de muerte que elige quedarse en el aparato y recibe carga erótica del reinvestimiento erótico ya citado. Fundamento perfecto que demostraría a todos los incrédulos la lógica de que la autodestrucción no es sin satisfacción sexual asociada.
Numerosos son los trabajos freudianos que explican desde diferentes enfoques los causales del padecimiento de un sujeto. El carácter revolucionario de sus planteos estaría determinado principalmente por haber descubierto dinámicas de funcionamiento del aparato que habrían contrarrestado los postulados más categóricos que la observación y el sentido común dictarían.
La conflictiva edípica juega en este campo un rol fundamental. La presencia de mociones ambivalentes hace lugar al sentimiento de culpa. Si amo y odio simultáneamente la culpa aparece como una consecuencia obligada. El sentido común indicaría peco entonces siento culpa. Sin embargo, la resolución del teorema dicta siento culpa entonces peco y así encuentro el nombre de la primera. La pulsión de muerte hace su juego y la libido acompaña para que, en su intento de atemperar,obtenga por lo menos sufrimiento en lugar de destrucción. Cantidades que el soma aporta ganan terreno en la sexualidad y cargan de excitación procesos que se convierten en satisfacciones onanistas y que muestran claramente la convivencia de placer y displacer. Las postas del ejército en la evolución de las etapas libidinales marcarían seductores puntos de retorno que ya no hacen tan difícil comprender porque el azote también podría convertirse en un camino para experimentar placer.
La profundización en estos fenómenos favorecerá poder trabajar con nuestros pacientes su implicación subjetiva con el padecimiento porque únicamente desde este lugar será posible desanudar estas ligazones y permitir movimientos libidinales distintos.
Bibliografìa
· Etchegoyen, R. “Los fundamentos de la tecnica psicoanalítica” (2010). Amorrortu, (3ª edición).
· Freud, S. “Carácter y Erotismo Anal” (1907), OC Tomo IX, Amorrortu, Buenos Aires
· Freud, S. “Pegan a un niño” (1919) OC Tomo XVII. Amorrortu, Buenos Aires.
· Freud, S. “”Problema Económico del Masoquismo” (1924) OC Tomo XIX. Amorrortu, Buenos Aires.
· Freud, S. “Dostoievski y el parricidio” (1928 [1927])OC Tomo XXI. Amorrortu, Buenos Aires.
· Laplanche, J y Pontalis, B. (1997) “Diccionario de Psicoanálisis”, Paidos, Buenos Aires