TEORIA DEL SUBDESARROLLO. BASES EPISTEMOLÓGICAS Y VIGENCIAS DEL MODELO PREBISCHIANO PARA UN ANÁLISIS DE LA CRISIS GLOBAL

Autor: Lic. Héctor Federico Roda

F.H. y C.S. -UN.JU.-
Maestría en Teoría y Metodología de las Ciencias Sociales –proceso de Tesis Final


Introducción:

El propósito de este trabajo es abordar la categoría de “región” desde una perspectiva emergente, gestada en Latinoamérica, como construcción alternativa a las teorías económicas clásicas y ortodoxas. Esto, a fin de hacer derivar de ella una apreciación acerca del actual panorama de crisis financiera y económica global.

El camino a seguir será, por un lado, destacar las bases epistemológicas surgidas en América Latina, que han posibilitado una revisión meta-conceptual de las ciencias sociales. Revisión crítica a la que la teoría económica no ha escapado.

Seguidamente me detendré en el caso el caso particular de la economía regional. En este punto destacaré los aportes de la teoría del subdesarrollo esbozada y propuesta por Raúl Prebisch, destacando el núcleo duro 60 - Difusiones N°4 de su teoría, esto es, el binomio centro-periferia y señalando la actual vigencia de sus aportes.

Finalmente presentaré, muy escuetamente, la mirada de la crisis económica mundial, según la CEPAL, dado que en dicha mirada puede apreciarse la vigencia del modelo teórico elaborado por Prebisch, así como también los aspectos propios que hacen de la teoría del subdesarrollo una teoría rica en ideas y propuestas, capaz de ofrecer lecturas coherentes, certeras y maduras de los actuales procesos económicos, y elaborar propuestas sólidas a fin de lograr el camino del desarrollo de la Región.

DESARROLLO:

1. Bases epistemológicas para repensar la Región: la perspectiva latinoamericana:

Nadie que se diga formado en filosofía de la ciencia puede negar que hoy la epistemología atraviesa por un período de profundas transformaciones que la configuran con un perfil un tanto renovado, y hasta a veces absolutamente novedoso con respecto a la epistemología del siglo pasado.

En efecto, la epistemología normativa parece serlo cada vez menos con relación a las ciencias. En cambio, asume poco a poco un perfil más de compañera que de rectora. Al respecto, Roberto Follari expresa que ella “…se desliza hacia el abandono de su omnipotencia…Cada vez más es ella misma un ejercicio ligado a la actividad científica.”1. Este acercamiento de la epistemología a las ciencias ha posibilitado un escenario propicio para la profunda reflexión acerca del conocimiento científico. Reflexión que nutre tanto a la misma ciencia como a la epistemología en sí. En este sentido, De Sousa expresa que esta “reflexión es llevada a cabo predominantemente por los propios científicos, …que adquirieron una competencia y un interés filosóficos para problematizar su práctica científica.”

En este marco de transformación es posible pensar en una epistemología latinoamericana que se construye desde las características propias de “lo latinoamericano”. El hecho de que también en América se promoviera un mayor acercamiento entre la ciencia, los científicos, la filosofía y las situaciones históricas, genera un ámbito especial para esta metanoia en el mismo pensamiento de intelectuales latinoamericanos.

No es casual que a principio del siglo XXI surgieran fuertes intentos por propiciar un mejor estado de innovación científica, patentizado en una política pública de inversión en investigación científica y tecnológica, bajo el ideal de ubicar al país en un nuevo cuadro global de generadora de tecnología. Y junto a esto, los intentos por promover una revisión crítica acerca del papel de la ciencia o mejor aún, de los científicos como actores sociales.

Todo lo cual representa el escenario que potenciará una nueva epistemología latinoamericana.

Intentar perfilar esta identidad latinoamericana es una tarea demasiado compleja. Eso, si tenemos presente la profunda variedad cultural, ideológica, política y hasta económica que existe en América del Sur.

En su obra Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, Andrés Roig reflexiona acerca de dicha cuestión, y en su reflexión intenta construir mayores precisiones de este “nosotros los latinoamericanos” afirmando que se trata de un enunciado que encierra insuficiencia y complejidad.

[…] Ese “nosotros” hace referencia a un sujeto que si bien posee
una continuidad histórica, no siempre se ha identificado de igual
manera. En algún momento el hombre latinoamericano se denominó
a sí mismo como tal, y si bien esa denominación supone e implica
las anteriores, el hecho es que no siempre se respondió al problema
de la diversidad teniendo en cuenta una misma comprensión
de la unidad. Dicho de otro modo, el sujeto americano no siempre
ha intentado identificarse mediante una misma unidad referencial.

No es la intención del presente trabajo exponer la “historia de los nombres de nuestra América” como lo expone Roig, sino simplemente concluir con él que estos nombres, cualquiera sea el que adoptemos, tiene validez en tanto posibilite nuestra autoafirmación y el autorreconocimiento como sujeto histórico.

[…] La historia de los nombres de nuestra América es por lo dicho,
la historia trágica de un proceso de humanización al cual debemos
sumarnos. Mas, ello requiere un grado de conciencia histórica y
consecuentemente una tarea de revaloración crítica del proceso de
acumulación de memoria organizado a partir de los sucesivos proyectos
de unidad.

Es así que pensar en una epistemología desde “Lo latinoamericano” implica, por un lado plantearse profundos interrogantes acerca de la producción de conocimiento, desde un contexto singular como América Latina.

Es desplegar la conciencia histórica como sujetos relacionales, pero que dicha relacionalidad es específica. “Lo latinoamericano” no dice solo la génesis de los sujetos pensantes, sino que se refiere a las categorías locales desde las cuales se propone un modo de ver, de pensar y de hacer ciencia.

No se trata de parcializar el conocimiento, como si fuera posible afirmar que hay una química europea y una química africana o asiática, o una matemática europea y otra latinoamericana. Pero el hecho de pensar epistemológicamente permite detenernos en el sujeto pensante. Por ello, la epistemología latinoamericana se presenta como una reflexión alternativa, que intenta superar las dicotomías o dualismos construidos por el pensamiento occidentalista. Afirmamos así que “lo latinoamericano”, unifica, integra, piensa dialécticamente lo que otrora se pensaba dicotómicamente.

¿Cómo es posible sostener, la oposición objeto/sujeto, naturaleza/cultura, individuo/sociedad?.

Pero este camino supone previamente un firme proceso de revisión y decontrucción, puesto que aunque se haga filosofía y se estudie filosofía de la ciencia en América Latina, eso no significa que se esté creando pensamiento latinoamericano.

[…] ¿…efectivamente se piensa en América Latina? ¿qué significa
pensar en América Latina?, ¿para qué se piensa en América Latina?...,
porque uno podría decir ¿pero cómo usted se pregunta eso?
Si hay tantos científicos sociales, hay tantos institutos dedicados a
la investigación, hay tantos cursos de posgrado, cualquier cantidad
de maestrías y doctorados, cómo puede preguntarse si se piensa o
no en América Latina, cómo puede dudarse… Lo que hay en América
Latina sin duda alguna es erudición, información, investigación,
sin duda alguna, pero esto no garantiza la respuesta afirmativa a la
pregunta de si en América Latina se piensa.”

Se trata pues de re-conocer que el filosofar es universable, pero la filosofía siempre surge en un contexto determinado y específico, dado que el acto de hacer filosofía es un acto situacional, local, pero que guarda en sí una potencialidad de valer en todo lugar y en todo tiempo. “ el filosofar desde nuestra América ha sido posible pensando la realidad a partir de nuestra propia historia, crítica y creativamente, para transformarla.”

Por otro lado, pensar en una epistemología latinoamericana implica mirar el origen de este pensamiento desde el “nosotros”. Al decir de Roig, el comienzo de la filosofía latinoamericana lo encontramos en la afirmación hegelinana de “ponernos a nosotros mismos como valiosos.” Es decir, “no hay comienzo de la filosofía sin la constitución de un sujeto”.

Hablamos de un sujeto en situación, empírico y no un ente abstraído de la historia. Al mismo tiempo, no de un individuo, sino de un sujeto integrado en una totalidad social. Decir esto es afirmar al mismo tiempo el carácter procesual de constitución de este sujeto. De hecho uno de los primeros obstáculos a superar es perder de vista el dinamismo propio de la historia como también del pensamiento. Frente a la ontologización estática, la situacionalidad dinámica emerge como paradigma alternativo. Este carácter histórico, social y dinámico constituye, creo uno de los perfiles propios del pensar latinoamericano.

[…] “Cuando el sujeto latinoamericano se plantee de modo expreso
la necesidad de una “filosofía americana”, su propia autocomprensión
como sujeto del filosofar no será otra que la que hemos visto
páginas atrás, en donde se parte de un “nosotros” capaz de organizar
su discurso desde su situación concreta histórica, a partir de
una toma de posición axiológica. Se planteará, pues, el “comienzo”
del filosofar como sujeto empírico, en el sentido que muestra el
“nosotros”...”

En su obra “Epistemología del Sur”, De Sousa desarrolla un programa de trabajo en el que, por un lado caracteriza el orden científico hegemónico, como paradigma dominante en la filosofía de la ciencia; expone seguidamente el estado de crisis por el que atraviesa dicho paradigma, argumentando que este estado se debe fundamentalmente a razones de tipo teóricas y de tipo sociológicas. Entre las primeras, se mencionan la ruptura paradigmática provocada por la Teoría de la Relatividad de la Simultaneidad de Einstein, quien distingue entre la simultaneidad de acontecimientos presentes en el mismo lugar y la simultaneidad de acontecimientos distantes, en particular de acontecimientos separados por distancias astronómicas.

Otra razón teórica lo constituye la mecánica cuántica, la cual cambia el paradigma en el dominio de la microfísica. “La idea de que no conocemos de lo real sino nuestra intervención en él”. Dicho modelo cuántico trastoca la relación sujeto/objeto, haciendo trastabillar uno de los pilares fundamentales del positivismo científico mecanicista.

La tercer ruptura teórica viene de la mano de Gôdel, quien demuestra, la falta de fundamentos del rigor en la matemática, y si esto es así, las leyes de la naturaleza que se fundamentaron en aquel rigor entrarán también en crisis.

Finalmente, la cuarta razón teórica la constituyen los avances del conocimiento en los últimos veinte años, en el campo de la microfísica, la química y la biología, que pusieron en crisis el paradigma Newtoniano.

Decíamos también, que este paradigma dominante entra en crisis por razones sociológicas. Al respecto, De Sousa, expone dos facetas; la primera de ellas es que asistimos a un mayor acercamiento entre la ciencia y la filosofía, lo que ha generado una mayor reflexión meta-conceptual realizada por los mismos científicos con cierta formación filosófica. La segunda lo constituye el análisis de las condiciones sociales en las que se produce el conocimiento, realizado por la misma reflexión epistemológica, y que en otros tiempos era el campo específico de la sociología.

Este escenario científico, filosófico y sociológico, propició una profunda reflexión epistemológica, tan rica y diversificada que dará a luz un “paradigma emergente”. Para exponer sus características, De Sousa, esboza cuatro tesis constitutivas:

a). Todo conocimiento científico natural es científico social: aquí argumenta que la dicotomía de las ciencias naturales y las ciencias sociales no puede sostenerse en la actualidad; y al mismo tiempo expresa, no sin razones, que la superación de dicho planteamiento escicionista llevaría a afirmar un cierto predominio de las ciencias sociales;

b). Todo conocimiento es local y total: frente a la fragmentación del conocimiento disciplinario que ha movilizado la ciencia moderna hacia la permanente especialización, el paradigma emergente, reconoce las limitaciones y los aspectos negativos de dicha fragmentación, dado que se pierde el horizonte de totalidad del conocimiento. Esto no significa hacer desaparecer el carácter local sino todo lo contrario, asumirlo y creer que es posible hacerlo “emigrar para otros lugares cognitivos a modo de poder ser utilizados fuera de su contexto de origen”;

c). Todo conocimiento es autoconocimiento: Frente al olvido del sujeto, pregonado y realizado por la filosofía y la ciencia moderna, el paradigma emergente entiende el acto de hacer ciencia como un acto creador, cuyo fruto, como las obras artísticas y literarias, han de contemplarse. De ahí que la ciencia “es más contemplativa que activa”. Un conocimiento entendido así une el objeto con el sujeto, puesto que asume un carácter autobiográfico y autorreferencial.

“Así, resubjetivado, el conocimiento científico enseña a vivir y se traduce en un saber práctico.”; d) Finalmente, todo conocimiento científico busca constituirse en sentido común. Esto es provocar un retorno al saber cotidiano, el que orienta la vida ordinaria, desgajada del conocimiento científico en la modernidad por considerarlo como superficial, ilusorio y falso.

El sentido común devuelve a la ciencia una prudencia tal que enriquece la relación con el mundo. Ello significa no rechazar el conocimiento que produce la tecnología, sino entender que el desarrollo tecnológico debe traducirse en sabiduría de la vida. Follari elogia este retorno al sentido común como una “segunda ruptura epistemológica”, que “revierta sobre éste [el sentido común] en la consecución de una sociedad con mejores conocimientos acerca de sí y de la realidad en general.”

En sintonía con este planteo de una epistemología emergente, Cerutti Guldberg afirma que un pensamiento latinoamericano comienza con la ruptura del recurso de autoridad impuesto por el saber hegemónico a tal punto que, desde la revalorización del “nosotros” latinoamericano, es posible y a la vez necesario citar intelectuales latinoamericanos. El eurocentrismo ha monopolizado el criterio de legitimidad del saber y ha llevado a que los intelectuales latinoamericanos se sometan a dichos criterios. Por ello, en franco distanciamiento, la epistemología latinoamericana reivindica el saber de los propios pensadores.

Follari (2007) resume este estado de crisis del modelo occidentalista al expresar que las ciencias sociales surgieron bajo la matriz de las ciencias físico-naturales, asumiendo que éstas eran “exactas”, “objetivas” y “totalmente comprobadas”, pero dadas las argumentaciones ya presentadas no lo serían de manera absoluta.

2. En búsqueda del nuevo concepto de Región: Revisión desde el “nosotros” latinoamericano.

La posibilidad de una epistemología latinoamericana ya fue afirmada, no solo por el hecho de la constatación del estado actual de crisis del modelo occidentalista hegemónico, sino sobre todo porque el filosofar es un acto siempre situacional.

Una epistemología desde Latinoamérica, deberá ir mucho más allá de una posición de angustia defensiva y una simple oposición al planteamiento hegemónico. Para adoptar una perspectiva más profunda, tendrá que reformular algunos de sus supuestos y conceptos más arraigados y aceptados, sobre todo aquellos que se refieren a los temas de la occidentalización y la modernización. Era previsible que el término del período colonial trajera consigo replanteos no sólo de orden político, económico e ideológico, sino particularmente replanteos en el campo del saber.

Un saber alternativo, que sea menos eurocéntrico y más latinocéntrico, es posible. Queda aún pendiente el planteo acerca de los modos de su construcción.

La iniciativa de los científicos sociales latinoamericanos como Castro Gómez, Coronil, Dussel, Escobar, Lander, López Segrega, Mignolo, Moreno y Quijano dan cuenta que un saber alternativo no sólo es posible, sino también necesario si es que queremos que, en ciencias sociales, construyamos un cuerpo científico desde el “nosotros” latinoamericano y no desde el “nosotros” de la globalización hegemónica.

En cuanto al proceso de su construcción, creo que una condición de posibilidad es, en primer lugar el discernimiento expresado en la necesidad de una decontrucción del saber, lo cual no significa “volver a foja cero”, sino revisar epistemológicamente las bases teóricas sobre las que se constituyen los saberes en la historia, en la antropología, en la sociología, y también en la teoría económica. En este sentido, y a modo de “caso” me detendré en el proceso de metanoia epistemológica que ocurre en el campo de la Economía, específicamente en la llamada Economía Regional.

En su artículo “el estructuralismo latinoamericano como filosofía de la historia: una interpretación propia sobre el capitalismo histórico”, Raúl Bernal Meza expone las principales ideas del neoestrucuralismo. Se trata de una lectura de la economía y de los procesos económicos mundiales y locales alternativa a la visión hegemónica. El autor expresa que “esta tradición de pensamiento generó una filosofía de la historia, propia de la región y, tal vez, la única expresión generada en el llamado Tercer Mundo que ha podido explicar –desde nuestra perspectiva- cómo sucedieron los hechos que derivaron en la configuración del sistema mundial contemporáneo.”

El modelo estructuralista propone una interpretación de los procesos económicos desde una perspectiva dual. Esto es, la apreciación de la economía y de la política económica desde la diferenciación entre países ricos y desarrollados y países pobres y subdesarrollados.

En América Latina, la implantación del modelo neoliberal, como construcción hegemónica, trajo consigo no solo su empobrecimiento sistemático y estructural, sino también la fragmentación y el individualismo regional.

Latinoamérica era el continente de los desconocidos; incapaz de generar una visión común que lo encaminara hacia un proyecto también común.

Fue el “fundamentalismo de la globalización” neoliberal el que extirpó de los hombres latinoamericanos la identidad propia y común.

Las principales categorías, que explotaría el estructuralismo y el neoestructuralismo, son las de “centro y periferia”. Este modelo permite “construir nuestro relato histórico sobre cómo sucedieron los hechos de la historia”.

Actualmente la región latinoamericana asiste a un proceso de recuperación de sus economías, acompañada también de procesos de afianzamiento de sus democracias. Lo cual no significa, bajo ninguna perspectiva haber llegado a una etapa de madurez de dichos procesos. Tampoco se pretende aquí debatir acerca de los bajos o altos niveles de estabilidad institucional de los países que conforman la región, y ni siquiera el propio de Argentina. Pero ante el nuevo panorama de profunda crisis mundial que afecta sobre todo a los centros económicos occidentales, la región latinoamericana, sin estar inmune a sus efectos, se halla en la periferia de la oleada de crisis, con riesgos, desafíos y oportunidades novedosas. Así lo expresa el documento final “la Hora de la igualdad, brechas por cerrar, caminos por abrir”, del trigésimo tercer período de sesiones de la CEPAL, realizado en Brasilia el año 2010. Por su parte, el trigésimo cuarto período de sesiones expresa la complejidad de los desafíos del cambio estructural potenciado por la “aceleración de la revolución tecnológica.”

Estas categorías Prebischianas de “centro-periferia” podrían permitirnos analizar el comportamiento de las economías internacionales. Sin embargo, el interés de este apartado es apuntar ideas de la llamada “Teoría del subdesarrollo”, a fin de ofrecer las bases de aquella construcción de sentido, que sean propias de la mirada latinoamericana.

Octavio Rodriguez esboza algunas “ideas básicas” de la Teoría del subdesarrollo.

La concepción del sistema centro-periferia constituye una nueva visión del subdesarrollo que Prebisch esboza en el período de la entre-guerra.

Por subdesarrollo ha de entenderse, no una simple cuestión de atraso sino, como una categoría compleja relativa al funcionamiento de los procesos económicos internacionales. De hecho, el subdesarrollo es la creación del modelo hegemónico liberal. A la manera de entender del autor, esta teoría latinoamericana se puede describir desde tres conceptos fundamentales: heterogeneidad estructural, especialización y desarrollo desigual. Describiremos a continuación cada una de ellas:

Heterogeneidad estructural: Una de las principales características de las economías del subdesarrollo es la asimetría existente en las distintas ramas de la producción. Así, hay actividades productivas que gozan de un alto nivel de rendimiento y productividad, que logran incorporar tecnología, de manera similar a los grandes centros industriales. Mientras que hay actividades profundamente rezagadas, no solo de recursos tecnológicos, sino también de rentabilidad. Los primeros son generadores de empleo, y los segundos del subempleo. A la vez, esta asimetría tiende a profundizarse cada vez más notoriamente. La baja productividad trae consigo mayores dificultades para lograr algún tipo de progreso técnico.

A ello es lo que nos referimos con heterogeneidad estructural. Mientras que en las regiones centrales, los niveles de productividad tienden a ser homogéneos.

“La heterogeneidad estructural persiste, aunque con la expansión
industrial también en ella se verifican transformaciones significativas.
La atracción de las zonas urbanas, o la simple expulsión de
fuerza de trabajo desde actividades agrícolas atrasadas, inducen en
las primeras un aumento del porcentaje de mano de obra subempleada
(ocupada en condiciones de baja productividad) sobre el
total del subempleo, y en las segundas, una reducción complementaria
del porcentaje correspondiente. Dicho de otro modo, a lo largo
del tiempo, el subempleo estructural tiende a transformarse de rural a
urbano, sin dejar por ello de configurarse como expresión clave de la heterogeneidad.”

Especialización productiva: las economías periféricas también se caracterizan por ser fundamentalmente exportadoras de alimentos y materias primas. De hecho, los países del subdesarrollo, particularmente los latinoamericanos, vieron comprometida, desde sus orígenes, su actividad productiva básicamente en la producción primaria. Esta situación lleva a que el proceso de industrialización vaya de lo más simple a lo más complejo, con la gran dificultad, o la imposibilidad, de incorporar tecnología al ritmo de las regiones centrales. Por ello mismo, la situación de la periferia tiende a perdurar, en contraste con el dinamismo de la industrialización de las regiones más desarrolladas, las cuales se caracterizan además por un tipo de producción homogénea y diversificada.

Desarrollo desigual: El sistema bipolar de las economías centrales y periféricas tienen otro polo de asimetría, los ingresos medios por persona ocupada y/o per cápita. Dado que en las áreas industriales, la producción es homogénea y diversificada, la productividad alcanza altos niveles de desarrollo, lo cual se traduce en altos ingresos en relación al trabajo. Por su parte, las economías de las periferias al mantener su heterogeneidad y especialización, incorporan lentamente tecnología siguiendo el patrón ya mencionado, de lo simple a lo complejo, todo lo cual se traduce en bajos niveles de ingresos medios.

El resultado de estas asimetrías entre centro y periferia es el “deterioro” de las economías subdesarrolladas.

3. Vigencia del modelo de Prebisch: CEPAL, una mirada latinoamericana después de la crisis.

Los aportes de la teoría expuesta anteriormente han posibilitado un rico debate a la luz de los intentos de analizar la situación latinoamericana.

Hay que destacar que el pensamiento de Raúl Prebisch no ha sido monolítico ni en absoluto nada estanco, pues al abocarse a la tarea de pensar las realidades económicas de la región, tuvo que ir variando en sus lecturas y posicionamientos. Pero claro está, existe un núcleo duro que constituye la médula de su teoría, y es precisamente la categoría binómica centro- periferia. Con respecto a esta evolución de su pensamiento, autores como Daniel F. Sotelsek Salem proponen periodizar una serie de “etapas”, a través de las cuales pueden apreciarse cambios en el pensamiento prebischiano10. Sin querer abordar en detalle tal exposición, bástenos con decir que una primera etapa (1920-1943) se caracteriza por su herencia neoclásica, en la que comulga con el análisis keynesiano y lo relativo a las ventajas comparativas de Ricardo, sin embargo, tras la crisis de los años treinta, hará un viraje, alejándose de la ortodoxia neoclásica. En la segunda etapa (1943-1949), “muestra su preocupación por la teoría económica keynesiana y los problemas de desarrollo…” Aquí, encontramos cuestionamientos incipientes, que desembocarán en los primeros esbozos de su teoría económica. La tercera etapa (1949-1963) es la etapa en la que asume la Secretaría Ejecutiva de la CEPAL. Será aquí cuando Prebisch “comienza a figurar como un economista del desarrollo, ya que empieza a preocuparse por entender el problema del subdesarrollo en los países de América Latina y proponer soluciones para superarlo.” En la cuarta etapa (1964-1969) lo encontramos en el cargo de secretario general de la UNCTAD, con lo cual sus ideas trascienden más allá de la región.

Adopta y defiende una posición crítica acerca de la ayuda internacional, en vistas a alcanzar relaciones económicas equilibradas entre los países centrales y los países del llamado Tercer Mundo. Es la etapa en la que fomenta la consolidación de un mercado único latinoamericano, como vía para alcanzar mayor competitividad en el mercado global. Finalmente la última etapa (1969-1986) vemos al economista asumiendo un rol protagónico en la Revista de la CEPAL, lo cual le permite ahondar los fundamentos de su teoría, revisarla y reformula, “…así surgió la preocupación por la distribución de la renta, la inflación como fenómeno social, y la excesiva protección a favor de las clases dominantes”.

Esta sucinta exposición del pensamiento de Prebisch, según el autor al que hemos seguido, cuenta con un importante consenso y constituye la “visión ortodoxa” de los seguidores del economista del desarrollo.

Sin embargo, Sotelsek Salem añade otra visión, un tanto más “heterodoxa”, o como él mismo la llama “alternativa” a la evolución del pensamiento.

En dicha visión reformula las etapas del pensamiento de Prebisch de la siguiente manera: una “etapa de desconocimiento”, otra de “comprensión” y finalmente la etapa de “proposición”.

La primera, llamada así, “en alusión a la falta de interés por los problemas que empezaban a plantearse en la economía del desarrollo”. La segunda, encontramos un viraje meramente teórico de sus formulaciones. Por ello, ya se presenta aquí la teoría centro-periferia, como un importante avance teórico, pero “en ningún momento describe las relaciones de distribución y apropiación de lo producido”. Se preocupa por el crecimiento económico y por la injusticia como consecuencias que pueden corregirse, pero sin salirse del modelo capitalista. Finalmente, la etapa de la proposición encontramos al economista más relevante. Aquí el autor “observa muchas de las cosas que había desechado, especialmente su creencia en un único modo posible de desarrollo”. Plantea la crisis del capitalismo periférico, proponiendo una solución más radical que la mera corrección de las injusticias: la transformación del sistema en un “esquema socialista liberal” (Di Filippo,1987). Pensaba “en una posibilidad real: el desarrollo del subdesarrollo”.

Su clara visión acerca de la cuestión económica, política y social ha nutrido una importante corriente económica latinoamericana y ha promovido los estudios de las actuales problemáticas económicas, con un matiz propio de las economías del subdesarrollo.

En este sentido, considero que el documento “la Hora de la igualdad, brechas por cerrar, caminos por abrir”, del trigésimo tercer período de sesiones de la CEPAL, realizado en Brasil en junio de 2010, expresa, por un lado la continuidad de las ideas prebischianas acerca del subdesarrollo y las reales vías de lograr el desarrollo humano y productivo. Y, por otro lado, considero que no todo es continuidad, sino también que en dicho documento se expresan ideas novedosas con respecto a las formulaciones de Presbich, particularmente, en términos de análisis de la gran crisis financiera global que azota primeramente a los centros industrializados. En vistas a reconocer esta continuidad y discontinuidad con respecto a la Teoría del Subdesarrollo, y bajo el riesgo de caer en errores de interpretación, a los que me induce mi falta de formación técnica en materia de ciencias económicas, me ocuparé seguidamente de esbozar algunas ideas de dicho documento.

El título del documento merece un comentario inicial. La expresión “la hora” le imprime al escenario histórico actual una cierta solemnidad casi de carácter excepcional. Alude, sin lugar a dudas al período de crisis financiera y económica global, pero desde la lectura de economistas de la Región. Por ello, mirar la crisis como “la Hora” es apuntar que, para América Latina y el Caribe, no se trata tan solo de una mera época de cambios en el mercado internacional y de movimientos de piezas, sino de una real situación de “cambio de época”, en la que aparecerán nuevos actores económicos, o los mismos actores, pero ante una geo-economía novedosa, en la que hay nuevos roles y funciones económicas. Es así que prácticamente, se homologa “crisis global” y “la hora” (para la Región). Mientras se avanza en la lectura de cada capítulo, de los siete que lo conforman, se va dando cuerpo a esta expresión, incorporando aspectos vitales para lograr “cerrar” las brechas de desigualdad estructural, y a la vez, “abrir” caminos conducentes al desarrollo. Entre dichos aspectos podríamos mencionar: una adecuada política macroeconómica, dado que dicha política “no es neutral respecto de la evolución de la economía y la inclusión social”12. Otro de los aspectos a destacar, es la llamada “heterogeneidad estructural”, pero entendida ésta como la brecha interna que existe dentro de las fronteras de cada país, que reproduce la asimetría productiva, tecnológica y la consecuente desigualdad social y desigualdad en las condiciones de empleo.

La segunda década del siglo XXI se inaugura con un contexto de crisis generalizado evidenciada en una profunda y dramática contracción de la economía. Al respecto, el documento en cuestión presenta los niveles de crecimiento comparando los períodos 2003-2007 con el bienio 2008-2009 y estimaciones de cara al futuro inmediato. En dicha presentación constata que el volumen de comercio en la región cayó entre el 2008-2009 al ritmo de las economías desarrolladas, esto es en un 20%. Pero para América Latina y el Caribe, a diferencia de los países centrales, se pre-sentan algunos signos positivos de recuperación. De modo que el haber sostenido políticas económicas menos abiertas al mercado global, o al menos al mercado de las economías centrales, operó como un filtro a los golpes de la crisis financiera global.

No obstante esto, no se puede negar el impacto en la Región Latinoamericana y el Caribe de tal contracción de la economía global. De hecho, según el documento, el impacto se dio a través de canales tradicionales de crédito y a través de las exportaciones. Pero el impacto, más que financiero es comercial, afectando en última instancia a los sectores sociales más vulnerables. Esto se expresa en un aumento de los niveles de pobreza e indigencia, que según estimaciones del organismo, llegarían a unos nueve millones más de personas pobres y cinco millones más de personas en situación de indigencia.

Ante tal cuadro de crisis global y de su impacto en la región, el desafío para Latinoamérica y el Caribe consiste en recuperar los niveles de actividad, (teniendo como mira o parámetro, el ritmo de crecimiento dado durante el período 2003-2007); reducir al mínimo las secuelas sociales de la crisis, lo cual implica plantear una urgente agenda por la “igualdad social” entendiendo que el gasto social es fundamentalmente “una inversión social” en capacidades humanas y oportunidades productivas. La heterogeneidad estructural, esto es, la consagración de la desigualdad como quiste social, no se supera con políticas redistributivas como las transferencias directas a los hogares, sino que es necesario direccionar dichas transferencias hacia canales productivos, que impacten en la estructura de la producción de una región y en los niveles de empleo.

Claro que aquel ideal de crecimiento, al ritmo que se venía dando en la región durante el período 2003-2007, no puede ser sostenido ante tal cuadro de contracción. Por ello se sostiene un patrón de crecimiento más bajo; pero que conjugue, por un lado la reducción de la heterogeneidad estructural, en vistas a lograr una mayor convergencia en los niveles de productividad, a fin de que permitan achicar las desigualdades sociales. Por otro lado fomentar la competitividad sustentada en “el conocimiento, la innovación, el fortalecimiento de las instituciones y los mecanismos de difusión de los beneficios del crecimiento hacia todos los sectores”.

Allí es donde se perciben las “brechas por cerrar” y los “caminos por abrir”.

El crecimiento latinoamericano en contexto de crisis es posible ya que el posicionamiento de la región ante tal escenario posibilita rediscutir las políticas macroeconómicas globales. Pero este crecimiento, posible y necesario no debe pretender fundamentalmente el dinamismo económico, sino “hacerlo con mayores niveles de inclusión, igualdad social, inversión productiva y empleo de calidad, y una menor exposición al impacto de la volatilidad externa.”

Desde una postura en que se prioriza el desarrollo humano antes que el crecimiento económico, el documento estudiado expresa que “es fundamental que la política macroeconómica dé un salto hacia adelante y adopte un enfoque que priorice de manera explícita el desarrollo productivo y nivele hacia arriba las capacidades y oportunidades sociales”.

Muestras de sobra existen para afirmar que el crecimiento por sí mismo no genera mejores condiciones de vida en términos de desarrollo humano; pues, aún cuando la región latinoamericana durante el períodos 2003- 2007 haya alcanzado muy satisfactorios niveles de incremento de su PBI, sin embargo siguen siendo muy escandalosas las diferencias abismales entre sectores sociales, es decir de una gran concentración de las rentas, que no hacen más que perpetuar “las brechas sociales, cuya magnitud coloca a América Latina y el Caribe en la triste categoría de zona geográfica más inequitativa del mundo”

Por ello mismo, la política económica debe encarar una acción de posicionamiento ante el mercado internacional rediscutiendo, como región, la renta de productos primarios, la disponibilidad de los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente. Pero hacia el interior, la política económica debe tomar una firme posición con respecto a la igualdad y la distribución de los recursos con mejores niveles de justicia social. Con respecto a la igualdad, el documento expresa que “es la forma más humanizada de asumir las tareas de la modernidad” ya que permite mejorar los niveles de conciencia política y cívica, y a la vez, fortalecer las instituciones democráticas. Y acerca de la distribución, expresa que “urge remediar las desigualdades materiales y simbólicas”, esto es recrear estrategias efectivas de justicia social, lo cual implica acceso a los recursos productivos, desarrollo de capacidades humanas y técnicas, acceso al financiamiento y los mercados y disponibilidad de infraestructura y tecnología.

CONCLUSIÓN:

El camino recorrido hasta aquí me ha llevado por distintos parajes: por un lado la posibilidad y la consecuente necesidad de re-pensar el actual panorama mundial, ubicando a la Región “dentro” de los hilos de la historia, conjugando pensamiento con iniciativa; la discusión y el análisis con la toma de postura y opciones concretas de acción. Por otro lado, reconocer el potencial latinoamericano, evidenciado en la capacidad de abordar científicamente la cuestión social, así como también en asumir un rol decisivo, en términos de posicionamiento en el mercado global, que permita una disminución de las asimetrías económicas y sociales.

En este sentido hago propia la profunda expresión de un autor como Boaventura de Sousa Santos, cuando se refiere al estado actual de Latinoamérica, afirmando que

[…]estamos en una fase de transición. Dudamos suficientemente
del pasado para imaginarnos el futuro, pero vivimos en demasía
el presente para poder realizar en él el futuro. Estamos divididos,
fragmentados. Nosotros sabemos el camino pero no exactamente
donde estamos en la jornada. La condición epistemológica de la
ciencia repercute en la condición existencial de los científicos. Al
final, si todo el conocimiento es autoconocimiento, también todo el
desconocimiento es autodesconocimiento.” De Sousa (2009).

Estas palabras expresadas por un filósofo comprometido con el desarrollo de los países periféricos; dan cuenta del estado de América Latina y el Caribe, que podría sintetizarlo como un estado de decontrucción de viejos modelos de verdad científica, y de verdad económica; y a la par, un estado de búsqueda de un nuevo modelo que se configure, en primer lugar como surgido desde la propia condición del “nosotros” latinoamericano. ¿Dónde estaban los más grandes gurúes en economía, que no fueron capaces de vislumbrar tan profunda crisis del modelo? ¿No es la ocasión, la actual crisis económica, para construir canales legítimos de validación de doctrinas que fomenten la autodeterminación, la autonomía regional, y no la reproducción infantil de doctrinas y teorías que no hacen más que profundizar la dependencia y la subordinación? Por ello mismo, este ensayo ha querido partir de la consideración de lo “latinoamericano” como categoría filosófica que indica, más allá del escenario histórico en donde se gesta, la construcción de un modelo epistemológico, que asume la tarea de crear. Y en ello, recrearse asimismo. Esta es la nobleza de la tarea de revisión que no es meramente filosófica, sino absolutamente ligada al propio conocimiento.

Este re-pensar el pensamiento desde el distanciamiento al discurso hegemónico y desde el acercamiento a “lo nuestro”, posibilita ensayar estrategias metodológicas específicas, a fin de que el puro pensamiento devenga en propuestas técnicas efectivas y eficientes. En este sentido, la teoría del subdesarrollo que se esbozó posibilita mirar y juzgar el panorama de crisis económica con mirada local, y proponer medidas tendientes a alcanzar el desarrollo de la región.

En efecto, la situación de acumulación desigual entre el centro industrial y la periferia subdesarrollada, es el resultado propio del sistema capitalista.

Ante el actual panorama de crisis mundial, y el rol que juegan, en dicho proceso, las economías regionales, urge pensar estrategias de políticas macroeconómicas de cara a lograr cambios estructurales, que no solo corrijan asimetrías, sino que propongan nuevos enfoques. En ello, creo que ha sabido aportar ideas novedosas la teoría prebischiana, tales como la política a largo plazo que significa el cambio de modelo productivo. Esto no se logra sin medidas revolucionarias que promuevan, no la incorporación de tecnología, sino su creación vinculada a la producción.

BIBLIOGRAFÍA:

Bernal Meza Raúl (2005). El estructuralismo latinoamericano como filosofía de la historia: una interpretación propia sobre el capitalismo histórico. Doctrinas Económicas.p 37-51.
CEPAL (2010). La Hora de la igualdad, brechas por cerrar, caminos por abrir. (LC/G.2432 –SES.33/3-) Santiago de Chile, Publicación de las Naciones Unidas.
De Sousa Santos, Boaventura (2009). Una Epistemología del Sur. Buenos Aires: Coediciones CLACSO y S.XXI.
Echeverría Javier (1999). Introducción a la metodología de la ciencia. La filosofía de la ciencia en el siglo XX. Madrid: Cátedra Teorema.
Follari Roberto (2007). Epistemología y sociedad. Acerca del debate contemporáneo. Santa Fe: Homo Sapiens.
Gogol Eugene (2007). El concepto del otro en la liberación latinoamericana. La fusión del pensamiento filosófico emancipador y las revueltas sociales. Buenos Aires: Herramienta.
Hamburguer Jean (1989). La filosofía de las ciencias hoy, 2ª edic. Buenos Aires: Siglo XXI
Lander Edgardo (comp.) (2000). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: CLACSO.
Maerk, Johannes, Cabrolié, Magaly (coord) (2000) . ¿Existe una epistemología latinoamericana?. Construcción del conocimiento en América Latina y el Caribe. Colombia: Plaza y Valdez.
Rodriguez Octavio (--). El estructuralismo latinoamericano.(-) Rodriguez Octavio (2001). Prebisch: actualidad de sus ideas básicas. Revista de la CEPAL Nº 75. P. 41-52.
Rofman Alejandro (1999). Las economías regionales a fines del siglo XX.
Los circuitos del petróleo, el carbón y el azúcar. Buenos Aires: Ariel.
Roig Arturo A. (1998). Ética del poder y moralidad de la protesta. La moral latinoamericana de la emergencia. Mendoza: Tierra Firme
Roig Arturo A. (1981). Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. Buenos Aires: Tierra Firme Sotelsek Salem, Daniel F (2008). El pensamiento de Raúl Prebisch: una visión alternativa. Estudios demográficos y urbanos, vol 23.