100% DE CUYAYA: UN BARRIO IDENTITARIO, REPRESENTATIVO Y PLAGADO DE GRAFITIS Y PINTADAS.

Autora: Lic. Evangelina González Pratx

Universidad Nacional de Jujuy Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales


Graffitis, una forma identitaria

Cuyaya es uno de esos barrios que se encuentra plagado de pintadas.

Pero para comprender más sobre este ámbito barrial cabe expresar que Cuyaya se encuentra ubicado al noroeste del centro de la ciudad de San Salvador de Jujuy, entre el barrio Norte al noreste y el barrio Mariano Moreno al sur. Al oeste colinda con la Ruta Nacional Nº 9, y al este con el río Chico. Además, este se delimita por calles que definen su marcada territorialidad.

Según los datos obtenidos en el 20011 por elaboración propia en base a datos de la Dirección Provincial de Planeamiento, Estadística y Censo de Jujuy, el barrio cuenta aproximadamente con 12.843 habitantes entre 18 a 90 años aproximadamente -6167 hombres y 6676 mujeres- distribuidos por una superficie de 159 hectáreas; casi el sesenta por cierto (60%) de los vecinos son empleados de diferentes niveles en dependencia al Estado, y el resto de los otros residentes, desarrollan actividades comerciales en el barrio y/o centro de la ciudad, y que además ejercen distintas profesiones -clase social media-.

En el ámbito barrial impactan (re)configuraciones representativas e identitarias que se producen al momento de ingresar en un determinado espacio. Entre las múltiples expresiones que se pueden ver en los barrios encontramos a los graffitis. Algunos son garabatos apurados que contienen significados que, para los que no pertenecen al lugar, pueden resultar indescifrables; otros realizados con mucha dedicación y tiempo. Estas pintadas muestran un grado de importancia en el barrio Cuyaya ya que son considerados como elementos identitarios de un grupo social, limitaciones sociales, geográficas y físicas y representativas.

Para dar cuenta de la complejidad de estos procesos, es necesario revisar algunas nociones básicas sobre el fenómeno del graffiti en relación con los procesos de construcción de identidades. Para ello necesitamos, antes que nada, ahondar un poco en lo que son los graffitis.

¿Qué es el graffiti?

Jorge Méndez sostiene que “a cualquier cosa hecha con un spray se la llama graffiti, a cualquier cosa pintada en una pared se la llama graffiti, incluso a cualquier imagen con estética urbana, independientemente de su soporte, se la llama graffiti (por ejemplo un rótulo, una decoración en un bar o incluso a la portada de un disco)”2. Además, explica que el término graffiti proviene del italiano ‘graffiare’, que significa ‘garabatear’. Es empleado habitualmente para describir diversos tipos de escritura en cualquier superficie. Este concepto se utilizó para designar toda insignia o inscripción en los muros, en paredes o en cualquier espacio. Podemos decir que el graffiti es un medio de expresión, un medio para manifestar una identidad; referirse a un movimiento artístico y cultural de las propias pintadas.

Por su parte, García Canclini sostiene que los graffitis son “un género constitucionalmente híbrido, constituyen una práctica que desde su nacimiento se ha desentendido del concepto de colección patrimonial, conformando un lugar de intersección entre lo visual y lo literario, lo culto y lo popular”.

El graffiti es considerado como un medio de comunicación, que contiene y transmite mensajes en un determinado espacio, teniendo ciertos elementos y criterios de elaboración y combinación de una pintada. Poseen un medio de referencia que es el contexto y un lugar donde se sitúan estos escritos: paredes, portones, en las calles, sitios baldíos, en instituciones públicas y hasta en los propios hogares.

Estas formas de escritura, en el sentido amplio del concepto, nacen entre los años 60’ y comienzos de los 70’ en el ámbito de la eclosión de nuevas formas culturales propiciadas por minorías marginadas en el contexto urbano. Hoy en día es una práctica extendida de los distintos grupos barriales, pandillas o barritas, que expresan una identidad, pero mantienen algunas características, como algunas formas de expresión identitaria.

Así, el graffiti nace como expresión gráfica de una tendencia cultural donde lo individual se confunde con lo grupal en el marco de los barrios populares y marginados de las grandes ciudades principalmente occidentales.

Teniendo un panorama resumido del término graffiti y de su origen, podemos hablar brevemente sobre algunos rasgos que caracterizan este tipo de inscripciones. Al momento de realizar una pintada, cada obra es independiente de la otra, tiene su propio estilo. Son los componentes, colores y piezas lo que lo hacen único al momento de plasmarlo.

Pertenencia: una cuestión práctica de identidad

Para los simpatizantes cuyayense4s manifiestan que es ‘su’ barrio. Como manifiesta Gatti5 e Izard6, lo territorial es una dimensión que sustenta una identidad propia. Es allí, en ese lugar, que los sujetos reconocen el espacio y se definen con él; se establecen ciertas relaciones sociales construyendo vínculos identitarios, y a la vez se sienten representados por ese espacio construido. Coincidiendo con Arancibia, el territorio “es siempre una representación que alude a la apropiación política e histórica del espacio y tiene que ver con su administración, delimitación, clasificación, habitación, uso, tránsito, distribución, defensa e identificación”

Tanto la camiseta, blanca y negra, como el territorio bandeño8, son el soporte material de la identidad barrial, ya que se afirma como ‘propio’ en la conformación de esa identidad cuyayense. Estos componentes identificatorios establecen una frontera de lo propio que se define la relación con lo ajeno. Es decir, lo que Gatti distingue como los ‘otros’ y la constitución de un ‘nosotros’, consolidando la identidad y distinción de lo ’propio’. Pero, desde ya, sobrepasan los límites de lo barrial y lo territorial.

Los simpatizantes, los hinchas, los grupos, etc. delimitan espacios, y uno de los mecanismos más usados por estos en el barrio y espacios colindantes, son las pintadas. En este caso plasman un icono simbólico identitario: el escudo del Club Atlético Cuyaya.

“Aguante Cuyaya”

En el mundo graffitero cuyayense, las pintadas son una práctica en constante construcción que lleva a la lucha y a la disputa espacial. Pero sólo el club de fútbol monopoliza la lucha por imponer ciertos significados y sentidos: el Club Atlético Cuyaya, con toda su gama de denominaciones que recibe en el creación futbolera: Bandeño, Cuyayeño, Bande, CAC.

Están aquellos graffitis que ‘sólo’ expresan el nombre del barrio o del club a veces acompañado por una oración: “Un mundo de pasión” (acompañada de la imagen del escudo del Club Cuyaya), y debajo de la imagen “Cuyaya”; “Bandeño tira piedra”; “Cuyayita”. Sin embargo, generalmente los graffitis futboleros van acompañados con ciertos términos que dan sentido a la inscripción y que exceden el marco de lo estrictamente futbolístico, por ejemplo: “Aguante Cuyaya”.

Al decir “AGUANTE CUYAYA” establece un perfil de una construcción masculina, en palabras de Scharagrodsky citando a Archetti10, un cierto “orden corporal masculino”11: alude a una construcción social, creada en la cultura; además refiere a determinadas frases como tener aguante, ser capo, o como bien se usa en la jerga argentina, lo que es lo mismo, ‘tener las huevos bien puestos’, van paulatinamente contribuyendo a configurar una cierta masculinidad.

El término aguante12 es un palabra muy utilizada en la Argentina, en especial desde los comienzos futbolísticos y en contextos deportivos. Este aguante construye la idea de propiedad sobre el espacio y una forma de sostener los valores que representa el club más allá de todo, incluso llegando a la violencia física para defender los colores si es necesario. Garriga Zucal sostiene que “para los miembros de las ‘hinchadas’, el ‘aguante’ remite al plano de la violencia en su dimensión de enfrentamiento físico.

En las peleas ‘a las piñas’, se puede probar la posesión del ‘aguante’ ”.

Por su parte, para Scharagrodsky el aguante implica un impulso a sentir, resistir, a un sentimiento (orgulloso), y es una forma de guapeza: desafía a lo que se supone ganador.

En estas luchas entre las diferentes hinchadas y entre los mismos integrantes de una facción se pone en juego la posesión del aguante. Ser identificados como posibles violentos es un capital simbólico, dentro de la cultura del fútbol se establecen jerarquías. Quien más aguante tenga, más arriba de la estratificación social de esa cultura estará.

Cuyaya: entre paredes y aerosoles

El sentimiento que los habitantes del barrio tienen por Cuyaya es expresado a través de pintadas y murales que marcan un sentido de pertenencia donde ellos viven. El territorio ‘bandeño’, como ya lo dijimos, está delimitado por una serie de pintadas en los paredones, murales y paredes, incluso sobrepasan los espacios y áreas que van más allá de los límites municipales urbanísticos.

Las delimitaciones del territorio ayudan a comprender la representación social del espacio de acuerdo a la construcción que los residentes forman con respecto a la localización del barrio. Así, se pudo observar que la mayor presencia de graffitis inscriptos en los murales y paredes se encuentran en el Bajo Cuyaya, más precisamente en el sector de las 790 Viviendas y en La Tusk’, que no es poco casual. Se ve claramente que entre el Bajo y Alto Cuyaya, ‘cargar’ ese sentimiento cuyayense, es reflejado de maneras distintas: por un lado, en el Bajo Cuyaya expresan el sentimiento barrial a través de graffitis y frases poéticas, y por el otro, en el Alto Cuyaya, reflejan la emoción a través de la historia y anécdotas del barrio.

En una de las calles del barrio Ciudad de Nieva, barrio colindante con Cuyaya, aparecen pintadas que dan cuenta del ‘poner la firma’, marcando espacios de poder e incluso de pertenencia barrial. Estas marcas no sólo son límites fronterizos del propio barrio, inscriptos por los trazados que registra la municipalidad, sino que además marcan espacios fronterizos simbólicos y de poder, que hacen referencia a Cuayaya. En este sentido, lo territorial sustenta una identidad, y ese espacio abstracto, siguiendo a Augé, se conforman las relaciones sociales, el lugar de identidad y de los reconocimientos. Reconocimiento porque se reconocen en el y se definen en virtud de el.

Podemos encontrar, por un lado, el nombre de los diferentes sectores que posee el barrio Cuyaya -La Tusk’, El Fuerte, El Pasaje, etc.-, y por el otro, las ‘barritas’ -Los Alcohólicos, Los Enviados del Mono, Los Tramposos de Siempre, Los del Portón, etc.- que se conforman en estos sectores delimitando el espacio y pertenencia barrial.

Además, acompañado de los nombres anteriores, podemos observar que están acompañados principalmente de apodos en las paredes como Pelao, Mono, Beto, Nano, Aty, Tronco, Chipy, Lucho, etc., pero además acompañados por sus nombres de pila como Emy, Estefi, Mario, Gabriel, Pablo, Agus, y hasta con sus apellidos (Luca Gómez), junto y acompañando el nombre del barrio o el escudo del club. Esto alude a que son pertenecientes al barrio, afirmando su identidad barrial y deportiva cuyayense.

Una de las inscripciones que registramos en Cuyaya, ubicada sobre Av.Olavarría, contiene un insulto arriba del nombre del barrio, al lado de la misma se encuentra el apelativo “Lavalle”, que alude al equipo de fútbol del colindante y rival barrio Mariano Moreno. Con letras grandes y más vistosas, aparece la advertencia: “Cuyaya pesa”. Podemos interpretar que la manifiesta identificación del territorio está destinada a los ‘otros’ de modo de establecer claramente los límites fronterizos interbarriales, en este caso con el barrio Moreno.

La Av. Olavaria es una calle que tiene y cobra un doble sentido: por un lado, marca una división física y geográficamente entre dos barrios, delimitando sus trazos territoriales a nivel municipal. Por el otro, es un límite fronterizo simbólico que construyen los propios residentes del barrio Mariano Moreno y Cuyaya estableciendo su terreno y separando dominios de poder. Además de ser una delimitación jurídica como limite formal, asimismo hay lugares que son infranqueables y que la gente igual circular, pero hay zonas en que no se puede circular. También, esa avenida plantea un límite que no se puede mover, y que es un lugar de conflicto interbarrial.

A la vez, se observa la identificación y la lucha por los territorios intrabarriales diferenciados en el propio barrio, por ejemplo, la riña que hay entre El Fuerte y La Tusk’

Pintada en la Av. Marconi ubicado en Bajo Cuyaya

La pintada identificada como Imagen 3 se encuentra en una de las paredes de la Av. Marconi, calle que se encuentra en el barrio. Especialmente en la zona denominada Bajo Cuyaya aparece más fuerte la asimilación del barrio con el Club Atlético Cuyaya. Aquí podemos observar que se produce la rivalidad constante con el barrio colindante Mariano Moreno.

La expresión ‘Cuyaya pesa’ alude a que el barrio tiene ‘poder’ sobre otros y que implica un sentido de fuerza y unión barrial. Este escrito es tachado por su rival, mostrando que hace tiempo hay una ‘pica’ barrial. Estos sobrescriben la expresión con pintura roja, que alude a los colores del Club Atlético Lavalle, además de ser el color que identifica a Mariano Moreno, y al lado dejan su marca: ‘Moreno 100% Lavalle’. Aquí reconocemos dos cuestiones: por un lado, marcar territorios de dominio y, por el otro, el ejercicio del poder en esos espacios, lo que provoca disputas y tensiones.

Podemos afirmar que las pintadas barriales visibilizan las guerras graffiteras mediante la respuesta a mensajes escritos en las paredes o murales que incluyen insultos, dibujos, insignias, hasta tachaduras y agregados.

“Esos gatos nos vienen a pintar el barrio”

Los graffitis futboleros, en este caso los que tienen el escudo del Club Cuyaya, construyen una interacción anónima destinada al conocimiento público. Hay momentos que se realizan “contestaciones ‘directas’ sobre los dibujos que hacen las barritas o hinchadas cuyayenses o con su barrio rival”17. Podemos observar que se producen tachaduras, insultos y agregados a las distintas inscripciones que hay en el barrio.

Pintada en la calle San Carlos de Bariloche en Bajo Cuyaya

Pintada en la calle Dr. Baldi ubicado en Bajo Cuyaya


Las pintadas futboleras revelan una pluralidad constituida por “intervenciones consecutivas por parte de múltiples enunciadores generándose verdaderas guerras de mensajes escritos en las paredes”18. Tal como se muestran en las siguientes imágenes, se produce una ‘guerra graffitera’, donde predominan los tachones y agregados de palabras como forma de contestación, de un grupo contrario o del mismo.

El escudo del CAC tachado con rojo, y con un formato muy parecido a un asterisco (*), aplaza el dibujo y al lado un garabato del mismo color con un insulto: ‘puto’, firmado con la letra “M”. Pero los graffitis y las pintadas dan cuenta de la presencia de varios grupos, como los ya mencionados, pero también de otros externos al barrio.

Además en este caso, el término ‘puto’ “es la alternativa de denigración que está instalada hegemónicamente”19, en este caso por el barrio Mariano Moreno, ya que la letra ‘M’ no alude al anonimato, sino a un autor específico. La carga de masculinidad se vuelve a evidenciar en este caso. Pero también encontramos que la mayoría de estas inscripciones son anónimas y permanentes; se producen y reproducen a partir de ciertas construcciones vinculadas con la constitución de un determinado espacio que quiere constituirse como hegemónico frente a los otros que (co)habitan el mismo espacio.

Sobre estos aspectos, Scharagrodsky expresa que “los graffitis adquieren una capital importancia como manifestación social y cultural, ya que expresan múltiples significados y sentidos acerca de ciertos temas ‘significativos’ de la trama urbana”20. Así, como cualquier otra práctica social, los graffitis se convierten en un espacio de lucha y tensiones en torno a ciertos temas. A la vez, como comenta Garriga Zucal21 respecto de Parque de los Patricios, en el barrio Cuyaya también el espacio territorial es soporte material de la identidad, y ese lugar es delimitado a través de mecanismos variados, y al mismo tiempo es espacio de disputa.

Cuyaya, una pasión

Marcos y Valda sostienen que “Cuyaya es un sentimiento”22, dicen que es una pasión; una huella que se lleva dentro, siendo que ese sentimiento nació por los años 30’. El Club Cuyaya representa un profundo sentimiento y elemento de identidad, y esto queda más claro al observar las pintadas en los diferentes sectores del barrio.

Los residentes forjan una identidad y una representación a través de las pintadas en las paredes, ya que los graffitis son medios de expresión para manifestar un sentimiento, y mostrar una adscripción identitaria tanto del propio autor como del mismo espacio donde se localiza.

Podemos decir que los graffitis son iconos23, ya que su función es la de captar el ojo del individuo y llamar la atención. En este caso estamos hablando de que las pintadas o dibujos plasmados en las paredes pueden representar varios significados. Así, los graffitis también poseen estilos y reseñas diferentes, la cual depende del contexto donde se encuentran. A continuación vemos una pintada que alude al barrio:

Graffiti en calle San Carlos de Bariloche (uno de los costados del Club Cuyaya) ubicado en Bajo Cuyaya

Desde ya, este graffiti está diciendo mucho en pocos trazos. Una vivienda ubicada al frente del Club, luce un graffiti que deja en claro el vínculo entre la institución deportiva y la barriada: “Cien por ciento bandeños”, y su respectivo escudo que alude al Club. El “100 % bande” muestra el sentido que le dan los sujetos por sentirse pertenecientes a la barriada, es decir, que lo habitan y lo conocen; ese espacio que los vecinos recorren y que se conforma una identidad en relación con los otros. Pero al asociar esta interpretación con el icono, el significado cambia: al esbozar “100 % bande” y el escudo al lado, se hace referencia a la pasión por el Club Cuyaya, y por sentirse reconocidos por la institución.

Entonces, se puede pensar de la siguiente manera: la palabra ‘bande’ es polisémica: por un lado, sentirse perteneciente al barrio e identificarse por él, y por el otro, postularse como referente del Club y de su equipo de fútbol.

Este término posee dos sentidos totalmente diferentes, dependiendo de si hay un elemento que lo acompañe (en este caso el escudo del Club Cuyaya), pero en un punto se encuentran relacionados. Tal como refiere Garriga Zucal24 con respecto a Huracán, cuando se habla de Cuyaya se habla del barrio, y viceversa.

La pintada, en este caso de autoría anónima, persigue siempre un objetivo: el de marcar una identidad barrial, donde se define un mensaje y un destinatario. A la vez, el graffiti también posee otras características relacionadas como el espacio donde está inscripto y el sitio en donde se encuentra. Pero hasta un cierto punto, porque el anonimato y la pintada fugaz, se convierte en un estado de total libertad, dejando una identificación colectiva o individual, pero reservando su identidad.

En este sentido, los graffitis se han situado como una práctica que se encuentra en constante transformación y mutación, disputa y lucha territorial “irrumpiendo en el espacio público desde lo privado y garantizando desde allí infinidad de receptores, interesados o no en la obligada lectura veloz”.

Al decir “yo soy bandeño” hace referencia a esa identificación y personificación existente con una simple pintada, pero siempre están presentes los colores blanco y negro, colores que representan al club, al barrio y a la hinchada; y al expresar “‘bande’, ladrón de mi corazón”, manifiesta la idea de que hay un sentimiento que trasciende la voluntad propia y personal, llevándolo al individuo a un estado de pasión especial por Cuyaya.

Además, este entusiasmo barrial marca territorios expresando ese sentimiento por ser ‘bandeño’. En este caso, “junto a la identificación con el lugar apareció también un marcado sentimiento de pertenencia de la comunidad. Se perciben ellos mismo como formando parte de un grupo colectivo más amplio”.

En Cuyaya el espacio es el soporte material de la identidad que construyen los residentes, además de ser el lugar donde se ponen en juego distintas prácticas sociales. Esto produce que, a la vez, se constituya como un espacio de tensión. Al mismo tiempo, además de ser un espacio de disputa también es un espacio constructor de una expresión identitaria.

Al decir “Cuyaya te llevo en la piel”, esta frase cobra diversos significados: por un lado, llevar ‘tatuado’ el escudo del club, o llevar en la piel ese sentimiento por el barrio. Ahora nos preguntamos: ¿Qué llevan los sujetos en la piel? ¿El sentimiento del club o del barrio? La relación entre la piel y la identidad tiene una larga tradición en las formas en que se conforman las identidades. La piel es lo más íntimo y lo más incorruptible de una persona.

Definitivamente esto concuerda con lo que sostiene Velázquez Mejía cuando dice que “identidad colectiva y sentido de pertenencia son los límites subjetivos y simbólicos”27 que los individuos exteriorizan. Entonces este sentimiento de llevar a Cuyaya en la piel alude al barrio e igual que al Club.

En los paredones de algunas casas del barrio hallamos graffitis más elaborados, con diseños realizados no solo con pintura en aerosol sino también con pincel; entre estos últimos hay algunos que evidentemente han llevado mucho más trabajo que otros. Los graffitis y las pintadas que venimos exponiendo se encuentran alejadas físicamente del club. Esto demuestra que el sentimiento por Cuyaya no tiene límites barriales puntualmente definidos, y emerge como un criterio de identificación con el barrio, que trasciende la frontera barrial.

Precisamente, la identidad se construye entre un ‘nosotros’ y un ‘ellos’.

Esto es visible, por ejemplo, en la imagen precedente que resume un sentimiento por Cuyaya, y que muchas veces ese afecto es difícil de expresarlo. En la mayoría de los casos es a través de estas pintadas, usando los colores que representan al club, y sucesivamente al barrio, buscando fondos claros, o pintando los murales o paredes de color blanco.

Pintada en los departamentos de las 790 Viviendas en calle San Pablo

En este caso, el graffiti se rigen por dos criterios básicos: por un lado, el ‘grado de abstracción’ según la intencionalidad del escritor, buscando un estilo propio y único que identifique la legibilidad del mismo, y por el otro, el ‘grado de interpretación’ del individuo destinatario del mismo, empleando componentes repetitivos, como los colores, para poder conseguir de una forma más efectiva la atención del receptor. Hay dos elementos importantes que destacar: la sencillez de las letras realizadas por el autor y el anonimato.

Para identificar una imagen construida por algún grupo se pueden identificar dos motivos fundamentales: por un lado, la firma del autor, no sólo por su nombre o apodo, sino también por una palabra o frase para dar a conocer su autoría. Por el otro, las inscripciones de las barritas (grupo al que pertenece) o hinchadas que completan la pieza, que pueden ir acompanados/ s de una simple firma o un conjunto de letras y palabras que integran el espacio gráfico del graffiti.

Cuyaya y sus personajes

Algunos personajes provenientes del comic aparecen en los graffitis y estos estilan una representación con una adscripción barrial que surgió principalmente para expresar y acompañar el sentimiento por el barrio.

En la imagen 12 y 13 aparecen acompañados de letras y colores blanco y negro reflejando la pertenencia a la identidad marcada por los colores del club.

Pintada en los departamentos de las 790 Viviendas en calle San Pablo

Pintada en los departamentos de las 790 Viviendas en calle San Pablo

Estos dos graffitis que contienen personajes muy conocidos del comic permiten leer diferencias y semejanzas: por un lado, Larguirucho es un personaje nacional creado por García Ferré, que se caracteriza principalmente por no tener maldad, aunque también por su escasa inteligencia, y por el otro, Goofy, un personaje de ficción internacional creado por Walt Disney, también caracterizado por su bondad como valor positivo, pero su falta de inteligencia como elemento negativo. Otra semejanza entre ambos personajes es que se caracterizan por tener un origen de clase social media-baja, por la poca inteligencia, por tener actitudes inocentes y por ser inofensivos. Son personajes que además han penetrado en las culturas populares y son reconocidos por las personas de diferentes generaciones que han consumido las tiras cómicas o los films en los que aparecieron.

Ambos graffitis que se muestran en este apartado, y que se hallaron en Bajo Cuyaya, muestran a los personajes contentos, alegres y con posturas distendidas que lleva a interpretar que ‘no ocurre nada’. Pero la representación que se construye en estos dos dibujos que se encuentran plasmados en las paredes, se contrapone al accionar cotidiano de los grupos del barrio que en sus comportamientos no se muestran inocentes y menos inofensivos.

Hasta aquí marcamos dos personajes populares: uno nacional y otro internacional, conocidos en la historia de los dibujos animados, que tienen una característica propia, y que asimismo remiten a la industria cultural hegemónica tanto por lo referido a Disney como a García Ferrer. Pero, además, observamos en la zona de La Tusk’ un personaje construido por los propios sujetos del barrio, reflejando rasgos de identificación propia.

Al dibujar un ‘pibe’ de brazos cruzados da la idea de una postura segura y dominante, se construye una representación del poder que domina ese espacio. La gorra, la ‘chivita’28, y el pelo largo, muestran un estereotipo de los sujetos en el barrio, marcando una identidad propia. Por su parte, la botella en mano y la falta de dientes, muestran el descuido del individuo reflejando un tipo de vida habitual. Si vemos el graffiti en general, estaría representando una imagen barrial con lineamientos populares que se fueron construyendo a lo largo del tiempo, y marcando un espacio territorial y simbólico referido a este sector – en este caso La Tusk’29-. Podemos decir que es un estereotipo y representaciones tomadas de la propia iconografía barrial.

Pintada en calle Alvarado en La Tusk’

Así, los graffitis que analizamos tienen una serie de características básicas en el uso de los materiales ya que se puede observar que no se emplearon barnices, ni disolventes en las pintadas. Sólo se usaron colores que llamen la atención por cuanto remiten a una referencia clara como los pertenecientes al Club Cuyaya: el blanco y el negro.

A modo de cierre…

En cuanto a lo espacial, indagamos en que el barrio es el espacio propio, y que se encuentra definido y delimitado por las pintadas en función de la pertenencia a un sentimiento compartido. Se usa el graffiti como un medio para visibilizar las vinculaciones entre el territorio, la identidad y las representaciones sociales que dan cuenta de ciertos valores compartidos por los grupos que habitan en el mismo barrio.

El graffiti es una forma de delimitar y marcar los sectores pertenecientes a diferentes grupos y, permite visualizar los espacios geográficos donde se producen las disputas intrabarriales. Las pintadas muestran las zonas de conflicto a través de los recursos de la pintada y la tachadura que permite re-escribir sobre el otro, mostrando las formas de la violencia con que se lleva a cabo el conflicto.

Hay ciertas significaciones y representaciones de los grupos y entre los mismos. La disputa entre los grupos produce identificaciones en territorios concretos, que muchas veces estas relaciones y disputas se producen por el espacio que constituyen liderazgos de poder. Con estos lineamientos podemos decir que los graffitis son medios de disputa en el interior del propio territorio como forma de lucha por el dominio y el control de un espacio que se marca mediante las pintadas y los colores.

Se hace evidente la intención de enfrentamiento y las provocaciones entre los grupos que muchas veces se concreta en una pelea. Esto hace que los individuos que participan en parte de esa formas identitarias reconozcan la marca en el espacio pero a raíz de las tensiones y las disputas identifiquen a los grupos de manera negativa.

Al tener ‘aguante’ sobre el equipo y el barrio equivale expresar y dar sentido a una determinada cultura barrial donde el hincha, el vecino, el simpatizante ‘ponen todo de si’ sosteniendo determinados valores que representa a los diferentes espacios en el barrio.

En definitiva, los graffitis funcionan como visibilizadores de las representaciones, de las identidades y de los conflictos que son constitutivos en la vida cotidiana de un barrio como Cuyaya. Sobre estas formas identitarias, representativas y participativas existe una polisemia en los graffitis30: simboliza al barrio y a su vez representa al club. Entonces, se puede pensar de la siguiente manera: la palabra ‘bande’ es polisémica: por un lado, significa sentirse perteneciente al barrio e identificarse por él, y por el otro, implica postularse como referente del Club y de su equipo de fútbol. Este término posee dos sentidos totalmente diferentes, dependiendo de si hay un elemento que lo acompañe, pero en un punto se encuentran relacionados.

Se puede decir que por más que Cuyaya esté constituido en un espacio determinando y delimitado física y geográficamente irregular, igual se presentaaun como indefinida, ya que todavía se encuentra en un proceso de urbanización social en razón a las distintas representaciones y construcciones que conservan los diferentes agentes (grupos sociales, graffitis, entre otros).

Bibliografía
• Arancibia, Víctor (2011): Nacionalidad, territorio y memorias. La disputa por la significación. XIII Congreso REDCOM. Praxis, fronteras y multiculturalidad. La comunicación en disputa. Unas: Sede Regional Tartagal, Salta.
• Archetti, E. (2003): Masculinidades. Fútbol, Tango y Polo en Argentina. Editorial Antropofagia, Bs. As.; (1998): Masculinidades múltiples. El mundo del tango y del fútbol en la Argentina, en D. Balderston y D. Guy, eds. Sexo y Sexualidades en América Latina, ed. Paidós, Bs. As.
• Augé, Marc (1994): Los “no lugares”. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Gedisa. Bacerlona.
• Bonaldi, Pablo y Del Cueto, Carla (2009): Sentidos. Fragmentación y violencia en dos barrios de Moreno. En Grimson, Alejandro; Ferraudi curto, M. Cecilia y Segura, Ramiro (2009): La vida política en los barrios populares de Buenos Aires. Ed. Prometeo libros.
• Calvo, F. (1998): Fútbol y muerte: variaciones alrededor de un corpus, en Alabarces, P.; Giano, R. Di; Frydenberg, J. (comp.) Deporte y sociedad. Eudeba. Bs. As.
• Elbaum, J., (1998) Apuntes para el aguante. La construcción simbólica del cuerpo popular, en P. Alabarces, R. Di Giano y J. Frydenberg (comp.) Deporte y sociedad, ed. Eudeba, Bs. As., pp. 237-244.
• García Canclini, N. (1990): Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Grijalbo. México.
• Garriga Zucal, J. (2006): Haciendo amigos a las piñas. Violencia y redes sociales de una hinchada del fútbol. Prometo, Bs. As. • Garriga Zucal, José (2009): La Quema, en Grimson, Alejandro; Ferraudi curto, M. Cecilia y Segura, Ramiro (2009): La vida política en los barrios populares de Buenos Aires. Ed. Prometeo libros.
• Gatti, Gabriel (2003): Las modalidades débiles de la identidad. De la identidad en los territorios vacíos de sociedad y de sociología, en Política y Sociedad, Nº 40.
• Izad, Michel (1981): A propósito de la identidad étnica, en Lévi- Strauss, Claude. (comp.): La identidad, Madrid: Petrel.
• Marcos, Adalberto y Valda, Rodolfo (2009): ¡Bien jujeño, pero de Cuyaya!. San Salvador de Jujuy: Municipalidad de San Salvador de Jujuy.
• Scharagrodsky, Pablo Ariel (2001): Los graffitis y los cánticos futboleros platenses: O acerca del proceso de configuración de diversas masculinidades. II Jornadas de Sociología de la U.N.L.P. La Plata.
• Velázquez Mejía, Osvaldo (2010): El barrio y la ciudad, espacios de conflicto: entre la exclusión y la autoexclusión, en Contribuciones a la Ciencias Sociales, Junio. www.eumed.net/rev/cccss/08/ovm.htm

Linkografía