Revista Difusiones, ISSN 2314-1662, Núm. 23, 2(2) julio-diciembre 2022, pp.58-74

 

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Fecha de recepción: 18-06-2022. Fecha de aceptación: 06-10-2022

 

 

PENSAR EL ALTRUISMO EN EDUCACIÓN. CONTRIBUCIONES DESDE UNA ANTROPOLOGÍA EVOLUTIVA

REFLECTING ON ALTRUISM IN EDUCATION.

CONTRIBUTIONS FROM EVOLUTIONARY ANTHROPOLOGY

 

Luciano Centineo[1] lcentineo@iuriverplate.edu.ar

Instituto Universitario River Plate, Buenos Aires, Argentina

 

 

Resumen

La naturaleza de las conductas prosociales como el altruismo, la empatía y la cooperación, ha sido objeto de acalorados debates filosóficos y científicos durante largo tiempo y tímidamente comienzan a ingresar en el ámbito educativo.

El presente artículo hace referencia al libro recientemente publicado Altruismo y la Educación del Futuro: tres experiencias en el Instituto Universitario River Plate (Centineo, 2021) y tiene dos objetivos principales: en primer lugar, hacer un breve repaso por el estado de la cuestión del concepto de altruismo, y luego describir la implementación y los resultados obtenidos de una propuesta pedagógica basada en el altruismo a partir del dilema de los bienes públicos de Hardin (1968). En dicha propuesta, se presentó el dilema entre cooperar o desertar en términos de la teoría de juegos a estudiantes que cursaban la carrera del profesorado y la licenciatura de educación física en el marco de la cátedra de Filosofía. Específicamente, los estudiantes podían contribuir con su calificación al grupo u obtener su propia nota final en una instancia evaluativa. A partir de ello, se realizó un análisis en términos cuali-cuantitativos. Sobre un total de 194 (ciento noventa y cuatro) estudiantes, la mayoría decidió donar su nota en beneficio del grupo y el promedio ponderado final de los donantes fue mayor al de los no donantes. Esto es interesante desde la teoría de juegos ya que, en los casos de una sola iteración, el egoísmo es más beneficioso que la cooperación. Asimismo, la percepción general de los participantes acentuó la importancia de las conductas prosociales en el ámbito educativo y la necesidad de cambiar el paradigma actualmente aceptado.

Si bien los datos son preliminares, consideramos que este proyecto contribuye a repensar la educación desde una perspectiva más empática, cooperativa y altruista, donde la antropología evolutiva puede contribuir notablemente.

 

Palabras clave

Altruismo-Cooperación-Dilema

Abstract

The nature of prosocial behaviours such as altruism, empathy and cooperation has been the subject of heated philosophical and scientific debates for a long time, and they are timidly beginning to enter the educational field.

This article refers to the recently published book Altruism and the Education of the Future: three experiences at the River Plate University Institute (Centineo, 2021) and has two main objectives: first, to briefly review the state of the art of the concept of altruism and then to describe the implementation and the results obtained from a pedagogical proposal based on altruism from Hardin's (1968) public goods dilemma. In this proposal, the gaming theory posed the dilemma of "cooperating or deserting" to students of the degrees in teaching and physical education within the framework of the Philosophy course. Specifically, students could donate their grades to the whole group or obtain their final marks in an evaluative instance. On this basis, a qualitative-quantitative analysis was carried out. Of a total of 194 (one hundred and ninety-four) students, most decided to donate their grades to benefit the group, and the final calculated average of the donors was higher than that of the nondonors. It is an interesting point from the gaming theory since (in the cases of a single iteration) selfishness is more beneficial than cooperation. Also, the general perception of the participants emphasized the importance of prosocial behaviours in the educational setting and the need to change the currently accepted paradigm.

Although the data are preliminary, we consider this project contributes to rethinking education from a more empathetic, cooperative and altruistic perspective, where evolutionary anthropology can contribute immensely.

Key Words

Altruism – cooperation – dilemma

 

 

Introducción

Tratemos de enseñar la generosidad y el altruismo, porque hemos nacido egoístas Richard Dawkins, 1976

El presente artículo hace referencia al libro recientemente publicado Altruismo y la Educación del Futuro: tres experiencias en el Instituto Universitario River Plate (Centineo, 2021) y tiene dos objetivos principales: en primer lugar, hacer un breve repaso por el estado de la cuestión del concepto de altruismo vinculado al debate sobre la naturaleza humana. En segundo lugar, tiene como propósito describir algunas estrategias pedagógicas basadas en dicho concepto y que hemos implementado en dicha institución, tomando como marco el dilema entre cooperar o desertar en el ámbito educativo.

La naturaleza de las conductas prosociales como el altruismo, la empatía y la cooperación, ha sido objeto de acalorados debates filosóficos gran parte de la historia del pensamiento occidental. Ya Plauto, entre el 206 y 211 AC describía en su obra Asinaria al ser humano como “un lobo para el hombre”, e incluso se encuentran referencias a ello en la parábola del buen samaritano en el Evangelio de Lucas (10:25-37). En este punto vale recordar especialmente el Evangelio de San Marcos (10,21) cuando describe una situación en que Jesús responde a una persona rica ante la consulta sobre lo que debería hacer para ir al cielo, habiendo ya cumplido con todos los mandamientos. Jesús le recomienda que venda todas sus pertenencias y lo reparta entre los más necesitados.

Pero volviendo al ámbito de la Filosofía, se encuentra un gran número de menciones y análisis sobre el altruismo: Nietzsche (1889), por ejemplo, afirmó que el altruismo es la marca de los débiles, mientras Thomas Nagel (2004) lo describe en términos racionales y lo caracteriza como una proclividad a actuar teniendo en cuenta los intereses de otras personas y sin segundas intenciones. La tesis central de este último autor, defendida en su célebre obra La posibilidad del Altruismo (2004), es que los seres humanos tienen una razón directa para promover el interés de los otros. Pero que dicha razón no depende de factores intermediarios, tales como el propio interés de uno o los sentimientos de simpatía y benevolencia.

Existen sin dudas innumerables referencias al altruismo en filosofía, pero seguramente fueron los filósofos Hobbes y Rousseau quienes más contribuyeron a la construcción de dos modelos opuestos de la naturaleza humana. El primero de ellos, en el Leviatán (1651), asume un estado originario caracterizado por nuestro lado más oscuro y que se justifica básicamente a partir de tres pilares fundamentales que parecen ser inherentes a la existencia misma: la igualdad originaria, desconfianza y afán de poder; cualidades que conducen inexorablemente a una guerra de todos contra todos. Este modelo destaca claramente una naturaleza bélica y egoísta que se contradice con la propuesta de Rousseau (1999), quien afirma que el principio fundamental de toda moral es que el hombre es bueno, amante de la justicia y el orden. Que su corazón es noble y que su naturaleza originaria es siempre la búsqueda de la rectitud. Estos dos modelos de la naturaleza humana permearon de una u otra manera diferentes corrientes y tradiciones disciplinares no solo de la filosofía sino de la psicología y la antropología, entre otras.

Una de las disciplinas que más se ocupó del estudio de las conductas prosociales, especialmente sobre el altruismo, es la teoría evolutiva. El propio Darwin (1859) fue consciente de que la ayuda mutua y la cooperación eran un fenómeno largamente expandido en la naturaleza, incluso hasta el punto de llegar a ser verdadero dolor de cabeza para el desarrollo de su teoría de la selección natural (Dugatkins, 2017): ¿cómo algunos animales pueden formar castas estériles (tal es el caso de las abejas) si la selección natural apunta a maximizar la descendencia?

En términos sencillos, para la teoría de la selección natural el altruismo es un gran obstáculo, ya que dicha conducta incrementa las posibilidades de supervivencia de otro organismo mientras minimiza las propias. Por lo tanto, dicha conducta no puede ser seleccionada. Sin embargo, la naturaleza demuestra innumerables ejemplos de ayuda y cooperación entre organismos de la misma especie o entre grupos distintos. Esto es aún más claro en la especie humana. Pero antes de hacer referencia a los seres humanos es importante distinguir dos modelos interpretativos que intentaron responder a este gran interrogante. Por un lado, los denominados seleccionistas de grupos, quienes afirman que un organismo coopera o es altruista porque beneficia a al grupo o a la población a la que pertenece. Un ejemplo de ellos sería el que describe Wynne-Edward (1962), quien explica que las especies presentan ciertos mecanismos de comportamiento capaces de mantener el equilibro de las poblaciones. De esta manera las conductas altruistas se compensan minimizando los riesgos de todo el grupo. En el mismo sentido, Hamilton (1963) afirma que la cooperación debía esperarse entre individuos emparentados, una abeja que clava su aguijón a un posible depredador muere, pero al mismo tiempo, salva sus parientes de la colmena. Esto explicaría, hasta cierto punto, porqué se espera un mayor altruismo entre miembros de la familia humana.

Una explicación diferente proviene de un grupo de científicos que apelan al seleccionismo genético, cuyo principal referente es Richard Dawkins. En su célebre obra El gen Egoísta (1976) sostiene que los organismos no son más que un conjunto de genes egoístas que buscan su propia replicación y perpetuidad, por lo que las conductas altruistas no serían más que estrategias egoístas de los genes. Si un organismo ayuda a otro es porque, de esta manera, los genes contribuyen a la replicación de copias de sí mismo en otro cuerpo. En síntesis, para Dawkins el altruismo es simplemente un egoísmo encubierto. Algo similar a lo que afirmaba Ghiselin (1974, p. 247), “rasca a un altruista y verás sangrar a un hipócrita”.

Pero más allá de las cuestiones conceptuales, el altruismo es un comportamiento distribuido ampliamente en la naturaleza. Sin embargo, el debate gira en cómo explicar dicha conducta en los seres humanos ya que implica otras dimensiones simbólicas como el lenguaje, la cultura y, por supuesto, la educación. La cuestión puede plantearse de la siguiente manera: ¿somos altruistas o egoístas por naturaleza?, ¿existe alguna predisposición genética?, ¿cómo influyen la cultura y la educación en nuestras conductas?

La conducta altruista en los seres humanos

Siguiendo los modelos explicativos esbozados por la biología evolutiva, actualmente existe una importante controversia sobre las conductas prosociales en la especie humana. Sin embargo, es innegable que los seres humanos ayudan a otros a diferentes escalas. La duda radica, no solo en el origen genético o cultural de dichas conductas, sino también en su finalidad: ¿el altruismo es un fin en sí mismo o encubre intereses egoístas? Este planteo resalta una distinción conceptual que será central para el desarrollo de las experiencias que hemos implementado en el Instituto Universitario River Plate.

En su libro Sobre la naturaleza humana (1980), Edward Wilson afirma que las conductas prosociales suelen ser selectivas, es decir que se fomentan y desarrollan en grupos específicos. Podemos ayudar y cooperar con personas de nuestro entorno, pero podemos ser voraces con miembros de otros grupos o grupos rivales. En tal sentido, el autor diferencia entre un “altruismo duro”, que implica un conjunto de respuestas relativamente no afectadas por la recompensa o el castigo social y el “altruismo blando”, que presenta características egoístas. Debería esperarse entonces un altruismo duro para parientes cercanos y afines y una disminución de este en relaciones más distantes y esporádicas.

Dicho aspecto parece tener pruebas empíricas desde el campo de las neurociencias; por ejemplo, las investigaciones de Tania Singer (2006) demuestran que la distinción entre yo y los otros refuerza un sentimiento de antipatía y rechazo. Dichos estudios han puesto en evidencia que cuando una persona ve sufrir a un ser querido se activan los circuitos neuronales vinculados a la tristeza, producto de su conexión empática. Sin embargo, si una persona ve sufrir a otra que no forma parte de su grupo social, ya no se activan los centros vinculados a la angustia, sino los centros de placer.

Por otro lado, la distinción entre la conducta y las motivaciones en los comportamientos altruistas está muy desarrollada en el libro de Sober y Wilson (2000). Los autores intentan explicar el altruismo desde sus dos dimensiones (biológicas y psicológicas) a partir de los conceptos de mecanismos próximos y remotos:

Un organismo se comporta de forma altruista (en el sentido evolutivo de la expresión) si reduce su propia aptitud y aumenta la aptitud de otros. Por contraste, el concepto de altruismo psicológico se aplica en primer lugar, a estados motivacionales, y solo de forma indirecta a los comportamientos que dichos motivos pueden provocar (Sober y Wilson, 2000, p.169)

Siguiendo estos argumentos, es importante resaltar que no existe una correspondencia exacta entre los motivos psicológicos altruistas y egoístas y sus consecuencias. Como señalan los autores, una persona que ayuda a todos los miembros del grupo, pero solo porque la hace sentir bien, será un altruista evolutivo y un egoísta psicológico. De manera similar, el psicólogo Daniel Batson (2011) distingue el altruismo como finalidad última (el objetivo explícitamente de hacer bien al otro) y como medio (hacer bien a otro en tanto conseguir mi propio bien). En dicho modelo explicativo, para que una conducta sea clasificada de altruista, el bien ajeno debe constituir el bien en sí

Son por demás interesantes los desarrollos de Marin Nowak (2012) donde se describen cinco mecanismos capaces de promover la cooperación y el altruismo en los seres humanos. Tomando como base la teoría de juegos y los modelos matemáticos de Axelrod (1984; 2003) el autor afirma que la reciprocidad directa, la reciprocidad indirecta, los juegos espaciales, la selección de grupo y la selección de parentesco, son mecanismos capaces de favorecer el altruismo aun en entornos egoístas. Algunos de estos mecanismos fueron adoptados en nuestras estrategias implementadas en el Instituto Universitario River Plate durante nuestra investigación.

Como se mencionó anteriormente, otro aspecto que ha generado numerosas controversias en el debate sobre las conductas prosociales en seres humanos es nuestra predisposición genética y los factores culturales que influyen sobre ellos. En el seno de las ciencias sociales y, específicamente en la Antropología, existen dos grandes posiciones denominados biologicistas y culturalistas. Los primeros ponen el acento en nuestro equipamiento genético y los segundos en nuestras influencias culturales.

Sin embargo, vale una aclaración que puede allanar el camino en la comprensión del altruismo en los seres humanos. La perspectiva evolucionista afirma claramente que el condicionamiento genético no es en absoluto sinónimo de inmutabilidad y determinismo lineal. La actual relevancia de los conceptos de plasticidad fenotípica o epigenética hace referencia a la influencia del entorno sobre la manifestación y expresión de ciertos genes; esto es más destacable cuando se trata de conductas.

Por esa razón, creemos que Sober y Wilson (op. cit) aciertan en la distinción entre altruismo biológico y psicológico, como dos manifestaciones que no se implican necesariamente. Así mismo, cuando Dawkins (uno de los autores más catalogados como determinista genético) cuestiona: “¿Por qué se supone que los genes son más inflexibles o inevitables en sus efectos que la televisión, las monjas o los libros?” (2017, p. 41), hace clara referencia a que la idea de predisposición que presentan muchos de los adeptos al programa evolucionista, no implica necesariamente el concepto de inmutabilidad.

Actualmente nadie duda del papel del entorno en la manifestación de ciertas conductas. Específicamente en lo que atañe al altruismo, la importancia de los factores culturales es innegable si pensamos en instituciones como la iglesia, organizaciones ambientales o instituciones educativas. Incluso en ciertos sectores de la economía ya se habla de economía altruista o economía solidaria (Lluch, 2009; Singer y Ricard, 2015)

Un conjunto de experiencias que pueden contribuir desde el punto de vista evolutivo a la comprensión de esta dimensión de la cooperación y el altruismo han sido desarrolladas por Michael Tomasello y su equipo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Alemania. En una serie de experiencias, los autores han demostrado que infantes de entre 14 y 18 meses presentan una predisposición a ayudar a adultos no parientes que presentan problemas sencillos como acercar un objeto o abrirle la puerta de un armario si este tiene sus manos ocupadas. Tomasello (2010) considera cinco características que explicarían esas conductas como predisposiciones genéticas: Su origen relativamente temprano, que no influyen los premios o elogios de los padres, que las palabras alentadoras de las madres tampoco tienen influencia sobre la conducta de los niños, que los chimpancés se comportan de manera similar, que se dan las mismas reacciones en niños de otras culturas y que la actitud de ayuda de los niños esta mediada por el interés empático. Esto último es sumamente interesante ya que se ha demostrado la relación entre empatía y altruismo. Así mismo, los trabajos de De Waal (2011) han sugerido seriamente la predisposición a la empatía y a la compasión de los seres humanos y de los primates como los bonobos, los chimpancés y los orangutanes, lo que puede traducirse en comportamientos de ayuda y altruismo.

La investigación: Pensar el altruismo en educación

No existe actualmente un gran caudal de investigaciones sobre el altruismo aplicado a la enseñanza o a la educación en general, tal vez producto del supuesto infundado de que los sistemas educativos en sí mismo fomentan los valores y conductas prosociales. Sin embargo, nuestra investigación resalto que este supuesto no parece adecuarse a lo que piensan los estudiantes universitarios. De un total de 194 (ciento noventa y cuatro) estudiantes encuestados en el curso de nuestra Investigación en el Instituto Universitario River Plate, el 74,4 % considera que el ser humano es egoísta por naturaleza y más de un 76% que la educación actual favorece la competencia entre estudiantes.

También parece sostenerse el supuesto de que la educación formal en términos generales está organizada en torno a un modelo de naturaleza humana altruista y generosa. Sin embargo, no parece ser el caso. En otro artículo en línea con nuestro proyecto actual, se esbozaron una serie de argumentos filosóficos y empíricos para sostener que la educación actual promueve justamente lo contrario: la competencia, el individualismo y el materialismo (Centineo, 2018). Tal vez, este tipo de supuestos han contribuido a la sensación de una falta de necesidad de investigaciones empíricas vinculadas a las conductas prosociales en el campo de las ciencias de la educación.

Sumado a lo anterior, se agrega la casi total ausencia actual de programas de investigación desde un marco evolucionista. Seguramente esto sea resultado de la falta de diálogo actual que se manifiesta muchas veces entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. Al respecto, existe hoy un malentendido muy generalizado de que la perspectiva evolucionista considera el programa genético de una forma determinista e inmutable, aunque ello está muy lejos de la verdad. Como se describió anteriormente, ni los acérrimos deterministas genéticos (si es que alguien puede definirse de esa manera) dudan del papel del entorno o la cultura. Las prestigiosas investigadoras evolucionistas Jablonka y Lamb lo expresan muy claramente:

Si echamos un vistazo a los artículos científicos en lugar de quedarnos con las notas periodísticas sobre esos genes extraordinarios, encontraremos que lo que en realidad se ha descubierto es una correlación entre la presencia de una secuencia de ADN especifica y la presencia de un rasgo. No suele estar en absoluto claro que la secuencia de ADN esté relacionada causalmente con el rasgo y casi siempre queda, en cambio, muy claro que el gen en cuestión no es una condición suficiente ni necesaria para el desarrollo del carácter (Jablonka y Lamb, 2013 p. 93)

Claramente, lo que se intenta establecer desde la antropología evolucionista es la distinción que se describió anteriormente: existe un altruismo biológico (genético, si se quiere) que es producto de millones de años de evolución y que ha derivado en un rasgo adaptativo fundamental para la evolución de los organismos sociales. Pero también existe un altruismo psicológico que resulta de un gran número de causas de índole sociales y culturales, donde se incluyen la historia, las normas sociales, los valores, las instituciones, las tradiciones y la educación, entre otros.

Una investigación muy interesante y que se vincula directamente con nuestra propuesta es la desarrollada por Selterman (2019) en la Universidad de Maryland. En una serie de experimentos, el autor ofrecía a los estudiantes la opción de elegir entre 2 puntos (opción comunitaria) o 6 puntos (opción de sobreconsumo) de crédito adicional para la realización de una tarea en su curso. Sin embargo, siguiendo la lógica de Hardin, si más del 10% optaba por los 6 puntos, nadie recibiría ningún punto.  Los resultados mostraron que en estas experiencias los estudiantes no lograron terminar sin puntos, debido a que superaban el 10% del límite previsto por el investigador.

En otra versión de dicho experimento, a los estudiantes también se les dio una tercera opción: sacrificar sus propios puntos potenciales para quitarle puntos a otro estudiante seleccionado al azar pero que haya escogido los 6 puntos. A lo largo de siete secciones del curso, 19 estudiantes eligieron esta opción basada en el concepto de "castigo altruista", y, según Selterman, muchos expresaron preocupación por la pérdida de puntos de toda la clase.

Nuestra investigación en el Instituto Universitario River Plate también se centró sobre la base del dilema, en este caso retomando la cuestión de los bienes comunes de Garret Hardin (1968) donde se describe una situación en la cual algunos individuos terminan por destruir un recurso compartido motivados solo por el interés personal, aunque a ninguno de ellos les convenga que tal destrucción se genere. Este modelo es aplicable a la ecología, la economía, la psicología de la toma de decisiones, entre otras disciplinas, resaltando la confrontación entre los intereses egoístas y altruistas.

Nuestro objetivo fue diseñar, implementar y evaluar estrategias pedagógicas basadas en el modelo de Hardin, pero en el ámbito educativo. Para ello elaboramos tres dispositivos que fuimos utilizando a lo largo de dos años en el marco de la cátedra de Filosofía correspondiente al primer año de las carreras de Profesorado y Licenciatura en Educación Física. Partimos de la premisa de que en la educación formal existe al menos una aparente contradicción entre las dinámicas grupales e individuales y esto es mayor en disciplinas tan ligadas a la grupalidad como es el caso de la Educación Física.

Nuestro equipo percibía que, por un lado, se promovían los trabajos en grupo (sobre todo en asignaturas didácticas y deportes) pero su evaluación era finalmente individual, lo que conducía necesariamente a una omisión o ruptura de las relaciones sociales y a la interacción entre pares. Por otro lado, nos oponíamos a la “falacia del sujeto ontológicamente aislado” (Centineo, 2018), es decir al supuesto de que a pesar de que los seres humanos somos necesariamente sociales y grupales, la conducta puede evaluarse en términos individuales.

Esto fue uno de los temas centrales que trabajamos con los estudiantes antes de la fase de implementación del dispositivo, donde resaltábamos que nuestros comportamientos siempre implican consecuencias en terceros en cualquier ámbito (más aún en educación y deporte). Por lo tanto, diseñamos tres dispositivos donde las decisiones individuales tuvieran efectos en términos de grupos.

Por lógicos motivos de espacio, en este artículo se hará mención solo a uno de estos dispositivos que denominamos Fondo Solidario de Notas (Centineo, 2021). El mismo consistió básicamente una instancia evaluativa en la que los estudiantes podían decidir entre obtener su nota individualmente o donarla a un fondo común (esto representaba el dilema básico en términos de cooperación y deserción). Luego, el promedio ponderado de todas las calificaciones donadas era distribuido entre aquellos estudiantes que habían optado por la donación, obteniendo así su calificación final.

Básicamente, dicha experiencia presentó un diseño cuasiexperimental y se implementó sobre un total de 157 estudiantes de ambos sexos, distribuidos en tres comisiones (Com1, Com2, Com3). Luego se realizó un análisis cuali-cuantitativo en términos de resultados y un análisis conductual, siguiendo la distinción antes mencionada entre motivaciones y conductas (o motivos próximos y remotos) de Sober y Wilson (2000). Es importante destacar que los resultados de esta experiencia fueron confrontados y evaluados en relación con las otras dos experiencias antes mencionadas y con los datos obtenidos de encuestas y entrevistas formales e informales.

Vale aclarar brevemente que dichas experiencias también presentaron un diseño cuasiexperimental y la misma estructura basada en el dilema de Hardin, donde los estudiantes debían decidir entre cooperar o desertar. Estas estrategia nos permitió obtener mayores fundamentos en la categorización de las conductas observadas. Al mismo tiempo, las encuestas y las entrevistas realizadas tuvieron el objetivo de profundizar sobre las motivaciones de los estudiantes en su toma de decisiones, aspecto que lógicamente no es observable en la puesta en practica del dispositivo.

La experiencia (Fondo Solidario de Notas) estaba estructurada en base a una serie de consignas sobre contenidos específicos del programa de la asignatura Filosofía que se habían estipulado desde el inicio de la cursada. Es interesante resaltar, que los estudiantes decidían contribuir al fondo antes de saber la nota obtenida y ello se estableció como una manera de minimizar la especulación posterior. Creímos que de esta manera podíamos evidenciar de forma más clara las intenciones finales de los estudiantes. Probablemente, si la decisión fuera posterior a la calificación los resultados podrían haber sido distintos, pero consideramos que, a fines de nuestro objetivo, este procedimiento sería más adecuado en términos metodológicos. La cuestión central era crear un dilema moral entre cooperar o desertar, más allá de la calificación en sí misma, aunque seguramente esta influya en la decisión.

Como se mencionó con anterioridad, nos interesaba observar y categorizar las conductas de dichos estudiantes ante la decisión de cooperar (donar la nota al fondo) o desertar (obtener una nota individual). Pero considerando los aspectos motivacionales, esas conductas podían ir dirigidas hacia sí mismo (motivo egoísta) o hacia el grupo (motivo altruista). Por lo tanto, la matriz de relaciones puede describirse de la siguiente manera:

 

Categoría

Descripción

Altruismo

Donar la nota

Egoísmo

No donar

Motivo altruista

Centrarse en el grupo

Motivo egoísta

Centrarse en sí mismo

Tabla 1- Categoría de conductas percibidas. Fuente: Centineo (2021)

Resultados y análisis

Como se expresó anteriormente, una vez presentado el dispositivo en forma de dilema, los estudiantes podían decidir entre obtener una nota individual (a la manera de una situación evaluativa tradicional) u optar por donar su calificación a un fondo solidario. Por lo tanto, la calificación final para los estudiantes no donantes era el producto de su propio desempeño en la instancia evaluativa. En cambio, la calificación final de los estudiantes donantes era el resultado del promedio ponderado de todos aquellos que habían decidido donar su nota al fondo.

Los resultados fueron analizados tanto en términos cuantitativos como cualitativos. Dentro de la primera estrategia metodológica estábamos interesados en medir los resultados comparativamente entre aquellos que habían decidido su calificación individual y los que habían preferido donar y obtener la nota del fondo.

En primer lugar, nos interésó evaluar que tipo de conducta de los estudiantes era esperable ante el dilema planteado en nuestro dispositivo. Se recordará que, según el dilema del prisionero en su versión clásica, deberíamos esperar una mayor cantidad de desertores que de cooperadores, ya que ante una sola interacción la propuesta egoísta obtiene mejores resultados. Al mismo tiempo, los desarrollos en la teoría evolutiva también afirman que, en casos de pocas interacciones futuras, el egoísmo es la mejor estrategia.

En tal sentido, los estudiantes no tenían conocimiento si en el futuro deberían pasar por el mismo tipo de experiencia, por lo que era esperable una respuesta mayoritariamente desertora. Pero, por otro lado, habíamos acentuado durante los primeros dos meses de cursada sobre el valor del altruismo, la cooperación y la empatía, por lo que teníamos la esperanza de notar resultados en ese sentido.

Aquí vale hacer un breve paréntesis en el desarrollo de los resultados obtenidos, pero que puede ser útil para comprender las dimensiones de este tipo de planteos en educación superior. A lo largo de más de dos años de investigación hemos implementado diversas variantes de los tres dispositivos diseñados a partir de distintas consideraciones que fueron emergiendo. También fuimos tomando nota de las percepciones de los estudiantes en los plenarios que llevábamos a cabo luego de la experiencia. Si embargo, no fueron pocos los casos de resistencia de los estudiantes a lo largo de todos estos años.

Si bien no es este el lugar para desarrollar más profundamente este aspecto se podría afirmar que el argumento más señalado por ellos eran versiones del siguiente cuestionamiento “¿por qué mi nota va a depender de otra persona?” Ante tales situaciones, señalamos que en cualquier ámbito de la vida “dependemos” de otras personas y que la investigación científica había demostrado que la conducta altruista y cooperativa tenía mejores resultados a largo plazo. Por otro lado, acentuamos que muchas veces la educación formal parece desenvolverse sobre principios egoístas y competitivos y que nuestra intención era proponer un sistema basado en el valor altruista como base. Es interesante notar en este contexto que, a pesar de estas resistencias, muchos estudiantes consideraron que estos dispositivos promovían el altruismo y las relaciones interpersonales: cuando consultamos mediante una encuesta específicamente sobre uno de nuestros dispositivos, el 72% afirmó que el mismo contribuyó a comprender el valor del altruismo. Un estudiante lo expresó de la siguiente manera:

Es una buena manera de innovar en educación porque hace un cambio a nivel mental en el alumno. Es decir, si hasta el momento no lo era, comienza a ser consciente de la importancia del trabajo en equipo y la cooperación. Si el alumnado lo toma con responsabilidad y compromiso, puede ser muchísimo más útil que el método tradicional de evaluación

Afortunadamente y, en contra de los pronósticos, la cantidad de estudiantes que decidieron por la donación superó ampliamente a los que prefirieron la propuesta individual.

Ahora bien, volviendo al análisis cualitativo de nuestra experiencia, hemos considerado cuatro tipos de conductas basadas en la distinción que plantean Sober y Wilson (2000) entre objetivos primarios y remotos (Tabla 2). De esta manera, quisimos analizar el acto de donar o no donar, sin perder de vista el motivo o intención subyácete. Por ejemplo: alguien podía actuar altruísticamente (donando la nota) pero con fines egoístas, calculando que la nota del fondo sería mayor que la que podría alcanzar de manera individual. Por otro lado, alguien que no había estudiado lo suficiente para evaluación podía decidir no donar su calificación (egoísmo) para no bajar el promedio del fondo y no perjudicar a sus compañeros (motivo altruista).

De esa manera, la matriz de relaciones puede presentarse de la siguiente manera:

 

Categoría 

Motivo altruista

Motivo Egoísta

Altruismo

Altruismo genuino

Altruismo interesado

Egoísmo

Egoísmo desinteresado

Egoísmo Altruista

Tabla 2 - Matriz de relaciones. Fuente: Centineo (2021)

Teniendo en cuenta esto, el altruista genuino es aquel estudiante que, habiendo estudiado, opta por donar su calificación con el objetivo de aumentar el promedio de Fondo Solidario de Notas. Digamos que es altruista por el hecho de haber donado y su finalidad es beneficiar al grupo, por eso dicha conceptualización. Por otro lado, existen estudiantes que donaron su calificación (altruismo) y formaron parte del fondo porque no habían estudiado lo suficiente y, con esta acción, incrementaban sus posibilidades de obtener una nota más alta (motivo egoísta), estos son los casos que denominamos bajo la categoría altruistas interesados.

Así mismo, se presentaron los casos de estudiantes que, no habiendo estudiado, prefieren no donar (egoísmo) para no perjudicar al grupo (egoísmo altruista). Es interesante notar aquí que, lo que a primera vista parece una contradicción semántica, se resuelve al considerar nuevamente la distinción entre objetivos primarios y remotos: no donar es en sí mismo un acto egoísta (porque podría haberlo hecho), pero su motivación (u objetivo remoto) es altruista, ya que no quiere perjudicar al grupo.  Por último, están aquellos estudiantes que, aun habiendo estudiado prefieren no donar la nota para obtener el fruto de su propio esfuerzo, sin ningún interés en términos de grupo (egoísmo desinteresado). Como se desarrolló anteriormente, esta conceptualización se relaciona con lo que plantean Sober y Wilson (2000) para el altruismo psicológico. Los autores diferencian los aspectos conductuales y las motivaciones que subyacen a los mismos. Existen tres teorías psicológicas para las motivaciones: el hedonismo, el egoísmo y el altruismo. El hedonismo indica que los únicos deseos remotos que poseen las personas son los deseos de obtener placer y evitar el dolor. El resto de los deseos son solo instrumentales respecto de estos dos fines (Sober y Wilson, 2000:192). En nuestra matriz conceptual, un hedonista puede cubrir a los altruistas interesados como al egoísta altruista, ya que su único fin es la obtención de una buena calificación. Cooperar o desertar es simplemente un medio para alcanzar su objetivo

Por último, nos interesa resaltar algunos resultados cuantitativos. Se recordará aquí que nuestra intención era también medir los resultados productos del altruismo o el egoísmo.  Por esa razón tuvimos en cuenta dos indicadores: la cantidad de estudiantes que decidían donar la nota (lo que para nosotros se definía en términos de altruismo) y la calificación final diferenciada entre donantes y no donantes. En tal sentido, en dos de las tres comisiones (com1 y com2) se presentó una mayor cantidad de estudiantes donantes, no así en la com3. Sin embargo, en términos intergrupales la cantidad de donantes (altruistas) es considerablemente mayor a los egoístas (62 donantes y 44 desertores) sobre un total de 106 presentes. También se evidencia un promedio mayor en las calificaciones entre los donantes de las tres comisiones, al de los no donantes (7,0 donantes y 4,9 no donantes), lo cual sugiere un valor altruista de los estudiantes en general.

La cuestión siguiente es tratar de definir que nos reflejan esos indicadores. En primer lugar, resaltan claramente que el comportamiento altruista fue más generalizado entre los estudiantes, aunque no tenemos evidencias que expliquen el porqué de esa conducta. Esto podría responder a múltiples causas, incluso nuestra influencia como equipo al instalar estos temas en el ámbito de la cursada de la asignatura.  Más adelante intentamos resolver esta cuestión a partir de la triangulación con los otros dos dispositivos implementados y las encuestas realizadas luego de la evaluación.

Además de lo anteriormente señalado, de que la conducta altruista (donar) fue más generalizada, podemos suponer a título de hipótesis informal, que el motivo remoto de las mismas, también lo fue. Que el promedio de los donantes haya sido relativamente alto (7,00) podría significar que aquellos que habían estudiado para la evaluación decidieron donar la nota al fondo para contribuir con sus compañeros (altruismo genuino) En términos estrictamente racionales se obtiene mayor ganancia (y menos riesgo) desertando. Sin embargo, estos asumieron un conflicto de intereses contribuyendo al fondo. Es cierto que ellos tomaban la decisión (cooperar-desertar) antes de obtener la calificación, pero podemos suponer, por los resultados obtenidos, que los que más habían estudiado fueron los más altruistas. Esto también fue cotejado con los resultados de las otras dos experiencias realizadas.

Un último aspecto que nos queda por evaluar aquí es el fundamento de ese comportamiento altruista. En los plenarios que llevamos a cabo, descubrimos que algunos estudiantes habían decidido donar la nota por miedo a la exposición o al “qué dirán”, a pesar de que era absolutamente anónimo. En este caso se presentaría una contradicción interesante: siguiendo nuestra matriz de relaciones, dicha conducta es en primer lugar, un comportamiento altruista (ya que dona la nota al fondo). Al mismo tiempo, también implica un motivo altruista (altruismo genuino) porque se piensa en términos de grupo, pero en este caso, volveríamos a un interés egoísta (evitar la exposición con sus compañeros o el castigo social). Para ello, iniciamos algunas estrategias metodológicas que implicaban varias encuestas y entrevistas a fin se visualizar ese supuesto, donde descubrimos que mayoritariamente las conductas altruistas eran efectivamente genuinas. Por ejemplo, en la siguiente frase queda clara esta postura: “Estudio porque tengo que ayudar a toda la comisión”. Nuevamente, esto se respalda con los resultados obtenidos de las otras dos experiencias y de las entrevistas realizadas.

Conclusiones

A lo largo de los últimos años, muchas corrientes filosóficas y disciplinas científicas han puesto de relevancia la cuestión del altruismo y la necesidad de la cooperación. En un mundo que parece cada vez más competitivo y en el cual se fomentan el individualismo y el aislamiento, las conductas prosociales se vuelven cada vez más apremiantes.

En el plano teórico, afortunadamente, se ha ido perdiendo el interés por los modelos más egoístas y utilitaristas de la naturaleza humana y comienza a darse paso a explicaciones que resaltan nuestra predisposición al altruismo, la empatía, la compasión y la cooperación. Sin embargo, estos debates aun no parecen hacerse eco en el ámbito de la educación. Allí radica la importancia de la antropología evolucionista, al comprender el fenómeno humano desde un punto de vista holístico y transcultural y asumiendo sus dimensiones biológica, social y cultural.

Es justamente desde este marco epistémico desde el que se ha intentado sortear el vetusto dilema de la naturaleza vs. la cultura y comenzar a pensar y repensar diferentes estrategias pedagógicas que nos permitan fomentar nuestra naturaleza más amable.

Nuestra investigación en el instituto Universitario River Plate ha intentado mostrar que la implementación de estrategias basadas en el dilema entre cooperar y desertar puede llevar a buenos resultados. No solo en términos cuantitativos sino en un sentido mucho mas profundo, donde se comience a resaltar la importancia de promover y desarrollar nuestros valores mas humanistas en el ámbito educativo formal.

Por otro lado, ha puesto de relieve que son los propios estudiantes quienes comienzan a cuestionar los cimientos desde donde se erigen algunos de los postulados básicos de la educación actual. Naturalmente estos resultados son solo preliminares y somos conscientes que queda mucho camino por recorrer. Sin embargo, puede ser un punto de partida para pensar a la educación desde una nueva perspectiva: promoviendo la cooperación, la empatía y el altruismo.

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[1] Lic. en Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP. También es estudiante avanzado de la Esp. en Bioética de FLACSO y está escribiendo su tesis de Maestría sobre Filosofía de la Biología en la Universidad Nacional de Quilmes.

Desde hace algunos años, su labor académica y de investigación se centra sobre el comportamiento altruista desde la filosofía y la antropología evolucionista. Además, integró equipos de investigación en estudios etnográficos y de mercado a nivel nacional e internacional.

Su carrera como docente se inició en la UNLP y actualmente es Prof. Titular de la asignatura Filosofía y Metodología de la Investigación en Educación Física del Instituto Universitario River Plate (IURP). Además, dictó seminarios y talleres en distintas universidades públicas y privadas del país.

En gestión educativa fue Asesor de Gabinete en la Subsecretaria de Planeamiento y Formación del Ministerio de Seguridad de la Nación. Desde el año 2021 está a cargo del Instituto de Investigación Interdisciplinaria y es miembro del Consejo de Investigaciones del IURP.  Es autor del libro Altruismo y la Educación del Futuro: Tres experiencias en el Instituto Universitario River Plate publicado por la editorial Abarcar y coautor de dos libros sobre metodología de la investigación y gestión en empresas deportivas.