Revista Difusiones, ISSN 2314-1662, Núm. 25, 2(2) julio-diciembre 2023, pp.41-54

 

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Fecha de recepción: 31-10-2023. Fecha de aceptación: 21-11-2023

 

EXPERIENCIAS DE MUJERES EN LA COCINA SANTIAGUEÑA

Narrativas que se construyen en torno a la cocina y la comensalidad.

 

EXPERIENCES IN THE KITCHEN OF WOMEN FROM SANTIAGO DEL ESTERO

Narratives constructed around cooking and eating

 

 

Analía Marcela Valentini Cristina[1] analiavalentini@gmail.com

Universidad Católica de Santiago del Estero, Santiago del Estero, Argentina

 

Resumen

En este artículo se presenta la narrativa como una estrategia teórico metodológica que posibilitó recuperar experiencias de mujeres santiagueñas en torno a la cocina y a la comensalidad. Se seleccionaron mujeres que cumplen una doble jornada laboral, esto significa que la remuneración que les reporta sus emprendimientos culinarios no implica la renuncia de otras responsabilidades asumidas, se alimenta a la familia hacia adentro (primera jornada), se alimenta a otros de manera remunerada (segunda jornada).

A través de la reconstrucción de experiencias en la cocina, analizamos los registros corporales, imágenes, rutinas, mandatos sexo genéricos presentes en la subjetividad.

Aunque los relatos exponen desventajas, desigualdades en la distribución de las tareas domésticas y desprotecciones sobre la salud; la cocina para este grupo de mujeres, se torna aquel espacio capaz de reconfigurar identidades, subjetividades y mandatos asumidos a través del tiempo. Las resistencias son sutiles y en muchos casos no se vuelven conscientes, no se socializan, marcando un obstáculo para tornarse en conciencia colaborativa. Es en este punto donde la narrativa posibilita construir nuevas versiones, nuevas posibilidades, nuevos relatos.

 

Palabras claves

Narrativas, género

 

Abstract

This article presents the narrative genre as a methodological strategy that made it possible to recover the experiences of Santiago del Estero women around cooking and eating. Women who work a double shift were selected. The remuneration they receive from their culinary undertakings does not imply the renunciation of other responsibilities assumed. On the one hand, they cook for their families (first shift) and then cook for other people as part of a remunerated job (second shift).

Through reconstructing experiences in the kitchen, we examined their body expressions, images, routines, mandates and generic sexes present in subjectivity.

Although the stories expose disadvantages, inequalities in the distribution of domestic tasks and lack of health protection, the kitchen, for this group of women, becomes a space capable of reconfiguring identities, subjectivities and duties assumed over time. The resistances are subtle, and in many cases, they are not conscious, not shared, and mark an obstacle to becoming a collaborative consciousness; at this point, the narrative makes it possible to build new versions, new possibilities, and new stories.

 

Key words

Narratives, Gender

 

Introducción

El presente artículo presenta la narrativa como una estrategia teórico metodológica potente para reconstruir las experiencias en mujeres santiagueñas vinculadas a la cocina y la comensalidad.

En 2022 iniciamos una investigación cuyo proyecto fue aprobado y financiado en el marco de la Convocatoria SeCyT UCSE por RESOLUCIÓN N°162/2022. El estudio toma dos vertientes: por un lado, los estudios sobre salud femenina y por el otro las investigaciones en el campo de la antropología nutricional, particularmente los que abordan las prácticas de comensalidad[2] desde un enfoque de género.

Entre las referencias iniciales citamos un estudio denominado “Enfoque de género en salud. Su importancia y aplicación en la APS” Presno Labrador, Castañeda Abascal, que concluye que el tratamiento del género en un aspecto específico de la gestión en salud que permite identificar los factores que provocan diferencias entre mujeres y hombres y los daños relacionados con su sexo. En tal sentido, posibilita el trazado de acciones de salud en función de las necesidades de cada uno.

Reconocemos un significativo número de trabajos de investigación en torno a la utilización de la categoría de género en los estudios de alimentación y nutrición en México. Los mismos destacan la importancia de las mujeres como responsables de la salud y la nutrición familiar. Al respecto, Gil-Romo, Díez-Urdanivia Coria (2007) enfatizan la necesidad de profundizar en el conocimiento sobre las desigualdades en alimentación entre hombres y mujeres en las diferentes etapas del proceso alimentario: decisión, provisión, preparación, distribución y consumo de alimentos, así como de las prácticas y significados que tienen los alimentos para las mujeres.

En la misma línea, Carla Pederzini Villarreal (2008) también describe la estrecha relación que existe entre las prácticas en torno al alimento (preparación de alimentos y trabajo involucrado en las tareas domésticas derivadas o relacionadas con la cocina) y la construcción de roles de género.

Desde la vertiente antropológica tomamos los estudios iniciados por Patricia Aguirre (2011, 2016, 2017) en torno a la comensalidad y Cristina Sottile (2015) sobre saberes alimentarios (bagaje de conocimientos que es necesario adquirir para alimentarse a sí mismo y a los que de sí dependen) y que son adquiridos en el medio social en que se crece, en primer lugar y luego por interacción social. Los saberes alimentarios individuales y sociales, no se ven afectados sólo las preferencias coyunturales y/o personales, también hay una modificación de los sentidos simbólicos adjudicados a las comidas, que producen una jerarquización social de saberes y prácticas alimentarias.

En el sentido de lo expuesto, consideramos que recoger las experiencias vinculadas a la cocina y la comensalidad, nos permitirá identificar las implicaciones de los mandatos sexo-genéricos presentes en la subjetividad de las mujeres santiagueñas que ocupan el rol de la cocina, no sólo en el plano doméstico sino como trabajo remunerado.

A modo de “anticipación de sentido”, función atribuida por María Teresa Sirvent (2005) en las lógicas cualitativas de investigación, podemos sostener que las experiencias de las mujeres en la cocina santiagueña, reproducen la dicotomía masculino/femenino en la distribución social del trabajo en el ámbito doméstico.

Probablemente, la cocina da cuenta de la capacidad de la mujer para ejercer el cuidado del otro, en desmedro del descuido propio desde una cierta valoración moral tradicional, expresada en valores como la responsabilidad, entrega y disciplina.

Anticipamos que es posible encontrar diversidad en las estrategias que configuran rutinas y rituales del comer y “hacer de comer” enlazando tradición e innovación, pasado y presente.

 

La narrativa como estrategia metodológica

La necesidad de encontrar un modo de acercarnos a la realidad que pretendemos comprender, incorporando la perspectiva de género nos llevó a elegir las narrativas. Adoptar la narrativa como herramienta teórico metodológica permite la indagación de sentidos, significaciones, saberes construidos por las mujeres de nuestro estudio.

Al igual que Ripamonti (2017) nos propusimos explorar una especie de apertura metodológica en procesos de investigación en el campo de las ciencias sociales y las humanidades para abordar y pensar problemas situados. Para la mencionada autora un texto nos da permiso, nos habla, nos permite ingresar a otros mundos.

En el intento de recrear escenas, dar cuenta de lo silenciado, imaginar fugas (Ripamont, 2017) nos preguntamos: ¿qué es lo que se mantiene vigente en los rituales de la comensalidad donde la puesta en escena evoca tradiciones, pero a la vez desigualdades? ¿Cuidar al otro que desprotección genera en los cuerpos de estas mujeres? y ¿Qué dinámicas asume la comensalidad según la jornada laboral que se afronte?

La investigación narrativa para algunos autores se inscribe en la modalidad de las metodologías cualitativas, que tienen como objeto indagar, conocer, comprender, analizar prácticas. Se inicia con el giro hermenéutico operado en las ciencias sociales y en el marco de discusiones críticas con paradigmas de corte positivista. Esta modalidad recupera experiencias, colabora en su transmisión, las significa y las pone en valor como saber.

Por su parte, otros autores como Yedaide, M.; Porta, L. y Ramallo F. (2021) enlazan la investigación narrativa con el giro lingüístico y narrativo, primero; y con los giros afectivo y ontológico de modo más recientes, pero además refieren a la confluencia del neomaterialismo con sus reverberancias en lo postcualitativo y lo anti-metodológico marcando una alteración profunda en los marcos interpretantes de la investigación científica tal como lo propuso el discurso científico moderno.

Mas allá de lo cualitativo o postcualitativo consideramos que la investigación narrativa es una vertiente que permite adentrarnos en el estudio de las formas en que los seres humanos experimentamos el mundo y, por tanto, “narrativa es tanto el fenómeno que se investiga como el método de la investigación”. ‘Narrativa’ es el nombre de esa cualidad que estructura la experiencia que va a ser estudiada, y es también el nombre de los patrones de investigación que van a ser utilizados para su estudio” (Connelly & Clandinin, 1995).

Ripamonti (2017) organiza los fundamentos que sostienen la narrativa como modalidad de investigación cuando pregunta ¿Qué puede una narrativa? ¿Qué nos permite? ¿Qué abre? ¿Qué recorta? ¿Qué dice? ¿Qué calla? ¿Qué articula? ¿Qué trama? ¿Qué cuestiona? ¿Qué descentra? ¿Quién/es habla/n? ¿Cómo lo hacen? ¿Pueden las narrativas constituirse en materiales de investigación?

En respuesta a sus planteos se puede afirmar en acuerdo con la autora, que una narración, es la geografía y particular cronología de una experiencia. No su representación. Más bien, bordea un exterior no siempre explicitado. Es una escritura arrojada. Su sentido es dependiente de aquellas/os otras/os a quienes invita a habitarla (Ripamonti,2017, p.84)

La narración se nos presenta como una posibilidad para recuperar situaciones, vivencias y propiciar transformaciones. Cabe decir entonces que la narrativa no sólo expresa la experiencia vivida, sino que media la propia experiencia y contribuye a configurar la construcción social de la realidad

La narrativa no es concebida como una producción individual priorizando la perspectiva del narrador, sino que es considerada como efecto y producto de la organización de la experiencia, posibilitando la emergencia de visiones tradicionales, narrativas dominantes, contra hegemónicas, posibilitando la emergencia de relatos innovadores, subversivos, transformadores.

Coincidimos con Ripamonti (2017) que lo sustantivo de la narrativa se juega en su vínculo con la experiencia. “Ella se nos presenta como un texto que habitamos y que nos produce a nosotras/os mismas/os en el sentido en que nos comprendemos, nos contamos una historia, no sólo de las constricciones que nos pesan, sino también de las estrategias de liberación, que en mayor o menor medida ponemos en juego, ensayamos, proponemos” (p 85). La intención al invitar a narrar las experiencias, es enriquecerla y transformarla, y generar sobre las mismas nuevas versiones, nuevas posibilidades, nuevos relatos.

Metodológicamente es importante diseñar las estrategias de indagación (cómo se obtendrán las narrativas, cómo se las documentará y sistematizará), definir el objeto de estudio (en nuestro caso, identificación de mandatos sexo genéricos), indicar los tópicos en los que se focalizará el análisis (por ejemplo, rutinas, tradiciones, imágenes, olores, sabores, etc.), circunscribir el campo o referente empírico (tiempos, espacios, actores) señalar con quiénes se trabajará (cuyos textos constituirán las unidades de análisis), especificar la utilización de otras técnicas (observación participante, registros etnográficos, relatos, recetas, etc.), indicar si se desarrollará triangulación de datos ( por ejemplo de investigadores) para propiciar la puesta en tensión de las categorías teóricas con las categorías sociales o locales para producir categorías construidas o intermedias.

 

¿Pueden las narrativas constituirse en materiales de investigación?

Coincidimos con Richardson (2019), que los criterios que se utiliza para la revisión de textos son: contribución sustantiva, mérito estético, reflexividad e impacto. Por ello seleccionamos algunos fragmentos “potentes” porque las mujeres narran en un continuo contexto experiencial, esto es, hablan de sus historias, reflexionan y se explican a otros con sus propias palabras.

El lenguaje da sentido y moldea el mundo. El sujeto es el espacio de lucha discursiva, constituyéndolo y reconstituyéndolo. Somos lo que narramos y esa narración no es un texto único ni con pretensiones de verdad.

En las producciones narrativa se conjuga lo analítico y lo creativo, no se esmeran por demarcar “hecho” y “ficción,” entre lo “verdadero” e “imaginado”. Para Richardson (2019) la diferencia es la afirmación que el autor hace en el texto.

El lenguaje es una fuerza constitutiva y creación de una visión particular de la realidad y de uno mismo. En cada narrativa el lenguaje construye subjetividad en formas históricas y localmente específicas. Lo que las cosas significan para los sujetos dependen de los discursos disponibles, entonces la forma en que experimentan su mundo, se vincula a los discursos imperantes y con que uno se asume. La experiencia y la memoria están abiertas a interpretaciones contradictorias que se rigen por el interés social y los discursos imperantes. (Richardson, 2019,p.50)

 

Texto y contexto

Nuestra investigación se llevó a cabo en la ciudad Capital de Santiago del Estero y tuvo sus primeros ingresos a terreno en octubre de dos mil veintidós; no obstante, los primeros meses de ese año realizamos algunas aproximaciones y entrevistas informales a mujeres que tenían emprendimientos culinarios. En este sentido, nos servimos de informantes claves y especialmente de las redes sociales y los grupos de WhatsApp donde se ofrecen comidas y servicio de catering.

Resulta necesario aproximarnos al contexto local desde una perspectiva socio económica para adentrarnos en los relatos, para comprender que lleva a nuestras mujeres a insertarse de diferentes modos en el sector productivo a través de emprendimientos personales o familiares vinculados a la cocina.

Según el diagnóstico regional y participativo sobre la situación, logros y desafíos del desarrollo social en la provincia de Santiago del Estero durante la última década (2010-2021), estudio coordinado por Márquez y Salvia (2022) la dimensión laboral es la que más desafíos y limitaciones presenta en términos de acceso a dimensiones de derechos sociales en la provincia (p.9)

Las tasas de actividad de la provincia son, en comparación con el total nacional, relativamente bajas: En Santiago Capital-La Banda, la tasa de actividad asciende desde un 61,1% en 2010, a un 67,3% en 2019, para descender fuertemente hacia 2020 en contexto de pandemia (58,8%). La baja participación en el mercado laboral se explica, fundamental, aunque no totalmente, por la inactividad femenina. En el interior, si bien por la naturaleza de la fuente es difícil calcular la participación laboral, las autoridades entrevistadas informan que la tasa de participación de las mujeres es muy baja, y de acuerdo a proyecciones de datos censales, si bien la masculina es más alta que la femenina, se mantiene en niveles menores a los del total país. (Márquez y Salvia,2022, p.9)

Pese a las afirmaciones del informe de la Universidad Católica Argentina en torno a la participación femenina en el mercado laboral, es necesario aportar otros datos que posibilitan tener una perspectiva más amplia, dado que la subocupación y la informalidad del trabajo son variables sensibles para entender la proliferación de emprendimientos gastronómicos.

La desocupación, se muestra en niveles bajos a lo largo de toda la serie para Santiago Capital-La Banda, descendiendo desde un 6,1% en 2010 a un 4,6% en 2020; una subocupación horaria que oscila alrededor de un 7- 9%, una oscilación posiblemente vinculada con altos niveles de informalidad laboral y trabajo por cuenta propia. (Márquez y Salvia,2022, p.9)

De igual modo, se afirma que la proporción del empleo precario se mantiene muy alta en alrededor de 39 puntos porcentuales y  se remarca  persistencia de un amplio sector micro-informal (dueños y asalariados de pequeñas empresas, trabajadores por cuenta propia no profesionales, trabajadores domésticos o familiares), en la estructura productiva constituye uno de los mayores obstáculos en el mercado laboral  en los dos principales aglomerados urbanos (Santiago Capital y La Banda) por sus características de reducido nivel de productividad y retribuciones.

Otro factor de rezago en nuestra provincia es que sector público casi duplica a la media nacional, a la vez que concentra una parte importante de los empleados plenos, es decir aquellos con estabilidad y aportes a la seguridad social (p.10)

Finalmente, y no menos relevante para la comprensión del escenario en que nuestras mujeres toman la decisión de cocinar “para afuera” es que:

La pobreza a nivel de los hogares, medida para el Aglomerado Santiago Capital – La Banda, si bien se muestra alta para toda la serie, muestra una tendencia descendente, de tal manera que comienza el decenio en 39% y lo termina en 35,8% en 2020, durante la etapa más compleja de la pandemia por Covid-19. (Márquez y Salvia,2022, p.10)

Esta breve reseña de las condiciones de empleo, la inserción de la mujer en el mercado laboral de la provincia, el porcentaje que representa el empleo público en la estructura productiva provincial y el efecto de la pandemia sobre los niveles de pobreza configuran la escena en donde nuestras mujeres deciden insertarse o sostener la decisión de “cocinar para otros”

El equipo decidió recuperar relatos de mujeres con situaciones diversas en cuanto a la antigüedad de su emprendimiento, recoger experiencias de las que han logrado incorporarse formalmente al rubro y de las que permanecen en la informalidad, con diferentes configuraciones en sus cocinas y sus colaboradores, habilitando la escucha para revelar persistencias, rupturas e innovaciones.

 

La cocina, el corazón de la casa

Stella Maris (59), fue nuestra primera entrevistada, tiene un emprendimiento familiar de pastas frescas desde hace más de quince años, comenzó haciendo pastas en su hogar a pedido de conocidos, luego se instaló en un local pequeño en un barrio residencial y que era compartido con una tienda de decoración y bazar, hoy funciona en un moderno local comercial en la misma zona. El crecimiento de su emprendimiento se respalda en el aumento de la demanda, el reconocimiento de sus clientes, y actualmente en la incorporación de comidas saludables pre cocidas.  Reconoce la herencia de su padre en las recetas de las principales comidas que ofrece. En la actualidad, trabaja gran parte de la familia en el negocio: su madre, su padre y sus hijos, pero es ella quien organiza la rutina y la compra de provisiones y dirige el negocio.

Las narrativas son co-construcciones de escritura singulares que configura poéticas en tanto asume una entidad convivial, territorial y localizada. Fragmentos de vida sensible que visibilizan mundos íntimos pero al mismo tiempo nos exponen al entramar experiencias sensibles y cuerpos sintientes, vida afectante y vida afectada (Porta, 2020)

 Para Stella Maris, la cocina es como corazón, como vida y es como que es lo que reúne, agrupa…

La narrativa rearticula y reestructura el tiempo vivido a través de una historia. En este sentido, configura la memoria, la ejercita. Esto podemos comprenderlo mejor si entendemos la memoria como una construcción y no como un mero registro, en el sentido tradicional del término, en su dimensión constativa. (Ripamonti,2017, p.86)

Cada narrador/a al relatar opera una selección en función de afectaciones del presente. Cada narrador/a realiza recortes, engendra sentidos, instituye silencios de forma tal que produce por medio de palabras una narrativa que atiende a los condicionamientos, los intereses y los deseos del presente. (Ripamonti,201, p.87)

 … en realidad eso (esto) viene de hace mucho, primero empezó a hacer él con mi papá (señala al hijo que está en la caja), así tipo en la casa, este… y bueno ahí fue que empezó alguna que otra: “ay haceme para mi, haceme para mi”, hasta que bueno, un día buscando una veta económica digamos… (Stella Maris)

Para Stella Maris y los suyos, la rutina arranca a las 8, a esa hora llegan las chicas (empleadas), me pasan el detalle de qué falta, sobre todo verdura porque lo que es harina, aceite se trata de tener…  en stock. Pero bueno, puede faltar también, entonces me pasan el detalle y yo a las 8 ya salgo a la verdulería o a lo que falte, tengo algunos proveedores que porque si me dicen que falta algún queso, alguna cosa, ya les mando mensaje; o el pollo, esto que lo otro y ponele a más tardar 8:30, o sea ellas ya empiezan a preparar con lo que tienen y ahí ya arranca, ya 8:30 exagerando ya estoy con todo y ahí arranca y ya…el horario el trabajo sería de 8 horas pero bueno últimamente a veces son 4, lo que sería desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde, pero eso hace… creo que dos años que no se hace más eso (referencia a la reducción horaria por disminución de la venta)

Los itinerarios marcan el tiempo propio y el de los otros, son registros vitales que entrelazan lo deseable con lo posible. Es tiempo cronológico pero refiere también a la ecuación tiempo invertido/ganancia, ganancia/trabajo para todos los que dependen del emprendimiento.

Noelia (29), nuestra quinta entrevistada, tiene un emprendimiento de dulces y repostería que realiza en la cocina de su hogar. Trabajó en esto desde su adolescencia ayudando a su madre primero, y hace dos años y medio, puso su propio emprendimiento cuando inició la convivencia con su pareja. La vivienda es compartida por dos núcleos familiares. Nos cuenta que el nombre que lleva el emprendimiento es el de su suegra fallecida: “si justamente digamos en honor a ella, digamos porque ella siempre eh a mí personalmente siempre me ha empujado a hacer, que haga, inclusive como io le he explicado hace un rato si vamos por la cocina a mi nunca me gusto cocinar y hoy cocino porque ella me ha enseñado, de una cosa.”

Para Ripamonti (2017), la experiencia como testimonio, expresa acontecimiento, efectos y contraefectos de prácticas institucionalizadas, agenciadas, padecidas, en perspectiva, en situación, en enclave histórico, desde las marcas, las heridas y las cicatrices, desde los cuerpos experienciantes que narran (p.88)

 …yo he hecho de todo también en mi vida peero paralelo siempre he hecho cosas en la cocina. Tenía un trabajo, o sea toda la vida he vendido ropa pero si, ya tenía cosas que hacer como pizza, empanada

siempre me la he rebuscado con la venta y tenía que ver con la cocina… así… (sonríe) hacía pintura, manualidades… una época me dediqué a la repostería. (Noelia)

Algunas de nuestras mujeres, como Noelia, se interpelan frente a una opción que en algún momento se presentó como posibilidad de autonomía económica pero que en definitiva reproduce y profundiza la asignación de roles tradicionales.

Milagros (28) trabaja en la administración pública, lugar donde se desempeña como empleada pública y además vende los panificados (con autorización de sus superiores jerárquicos según sus propias palabras) que elabora durante las tardes y las noches en una suerte de rutina maratónica que la lleva de un trabajo a otro incesantemente y donde ambos se superponen en tiempo, espacio y esfuerzo físico que demanda. Milagros se inicia en la actividad en dos mil veinte, en plena pandemia, y encuentra en su emprendimiento la manera de independizarse de su familia de origen.

 “[Se le pregunta cuál es su horario de trabajo] De 7 a 13hs (se refiere al horario en la administración pública) de 7 a 13 y bueno a la siesta no hay nada abierto. Llego del trabajo, me pongo a cocinar, quiero de comer (…) como a las dos y media de la tarde. A las tres me estoy acostando, a las cuatro y veinte me levanto (…) me cambio, salgo, me voy al gimnasio, después a las dieciocho y cuarto ponele estoy saliendo del gimnasio, y ahí empiezo, que me falta comprar: membrillo (…) voy a comprar así y ya vengo con todo aquí a casa ya ahí me pongo a cocinar”.

Las narrativas evidencian el peso de la tarea diaria, algo que se presenta como incuestionable y en cierto punto indelegable. Los relatos exhiben un sentido sacrificial, dejando, a veces, poca posibilidad a la reinvención de lo cotidiano.

Por otra parte, en la memoria el presente también interactúa con el recuerdo, interfiere, actúa, disloca los significados que se traen como evocación irrumpiendo con sentencias ceñidas al deber ser femenino que se presentan algunas veces como tragedia y otras como comedia.

… “en realidad si me acuerdo cuando ella me enseñaba a hacer las bombitas de queso porque a mi siempre se me desarmaban y io le decía, pero por qué? Io encima hacia todo y las ponía a freír y lo mismo se me desarmaban y ella me decía: no! Te he dicho que no así, no es así chica tonta! Y io (deja de hablar y todas ríen) y como que ahora  me acuerdo y me rio y ella me volvía a decir que no que la harina va así, porque bueno io no no hacia con harina siempre me manejo solo con el pan rallado por ejemplo, entonces era una causa que es lo que ella me decía, hoy en día digamos lo hago como ella me lo decía pero a mi gusto entonces, me acuerdo y bueno sola me rio pero así, cosas así, porque ella Huuyyyyy decía así y  yyyy le digo bueno bueno no me vaya a pegar no!, y cosas asi” (Noelia)

La condición narrativa de la experiencia humana posibilita otras formas de (re)conocer(se), habilita voces silenciadas y silencios ruidosos. El deseo de igualdad y paridad en la distribución de las tareas domésticas, el tiempo de ocio y de descanso no emerge con facilidad. Algunos elementos claves para propiciar las narraciones femeninas son la claridad, la confianza, la escucha y la credibilidad que se debe transmitir en el espacio de la entrevista.

Natalia (33), otras de nuestras mujeres, tiene un servicio de catering junto con su pareja. Trabajan su producción en un espacio que ampliaron en su casa y que se destina a la elaboración de comida. Natalia cocinaba para afuera antes de convivir con su pareja, estudió gastronomía cuando terminó la secundaria, y se inició vendiendo lo que aprendía a cocinar. Conoció su pareja en el negocio gastronómico que el llevaba por su cuenta y luego inician juntos el emprendimiento de atención a eventos.

…  “al menos me pasa de encontrar los momentos o por ahí ya no quiero estar tan agotada como antes- o no me importa pasar una fiesta de navidad porque trabajo, ahora si quiero cortar porque quiero con ellos pasar la navidad, cumpleaños. Cosa que antes no, trabajo, nos vemos el 25 al mediodía. Así ha sido mi vida siempre. Después de repente con los chicos ya ahí si tienes que cambiar” (Natalia)

Los registros corporales emergen de los relatos de forma vívida, convocan imágenes conocidas por muchas mujeres, nos interpelan, nos enlazan, nos identifican.

“(...) duermo mal, ellos [sus hijos] duermen encima mío, todo suma, entonces me tomo un actron, una pastilla y mi vida sigue, el dolor de espalda está, pero sigue y esta vez no me podía ni enderezar y han pasado muchos días y la he pasado muy mal, ya no podía nada. Tenía mucho trabajo ese fin de semana encima y estaba re mal, por eso he terminado yendo al médico (...)”. (Noelia)

“(...) mi hija, la más chiquita, la de 2 años eh… toma la teta todavía para… no, no toma… o sea cuando quiere dormir quiere tenerse un ratito más. Entonces en eso que ella quiere tomar la teta, me despierta y yo ya no puedo volver a dormir y siempre lo hace a las 6 menos cuatro, 6:15 en ese rango. Entonces ya quedo despierta, pero quedo en la cama porque si yo me levanto a esa hora, ellos se levantan a esa hora. Entonces me quedo un rato (...) No me gusta estar acostada en la cama sin, sin estar haciendo nada, necesito levantarme de la cama. Entonces vengo, preparo el desayuno, bah… me preparo el mate, de lo que yo estoy haciendo y si no me siento a ver qué hay que hacer, empiezo a ver la lista de compras. Esa es mi hora tranquila de ver y preparar la semana. (Natalia)

En este punto, es necesario retomar el valor de las narrativas, esa primera persona del singular que se expone, que reflexiona sobre lo vivido y que posibilita reconocernos o distanciarnos de su historia. Lo que nos permite una narrativa es habitar la singularidad de la experiencia, es un espacio de resonancia, es traer a la superficie para mostrar, operar un rescate para salvar. (Ripamonti,2017)

 

Otras versiones posibles sobre cocinar para unos y para otros

Iniciamos este artículo con la intención de presentar la narrativa como estrategia teórico metodológica con un significativo potencial para investigaciones con una perspectiva de género a partir de nuestra investigación, sobre experiencias de mujeres santiagueñas y las narrativas que construyen en torno a la cocina y la comensalidad.

Las narrativas pueden colaborar en un desplazamiento de sentido, visibilizando desigualdades, asimetrías, persistencia de rasgos patriarcales y mandatos sexo genéricos. En nuestra experiencia, las tareas de elaborar alimentos como un trabajo remunerado equiparable con cualquier otro que realicen los hombres, de manera formal e informal, deja entrever en los relatos, la persistencia de asimetrías históricas en relación al trabajo doméstico y extradoméstico asumido por las mujeres, pero también se convierte en un territorio que por conocido, dominado y asumido como propio, puede reconfigurar su sentido y reconfigurarse como posibilidad.

La cocina como tarea, exige sacrificios, esfuerzos y adaptaciones; pero también es un espacio donde las mujeres pueden emprender proyectos personales y colectivos, que les permiten generar ingresos, autonomía y reconocimiento. La decisión de cocinar para otros se toma en un contexto adverso, en una provincia donde la informalidad y la precariedad laboral ceden muy lentamente el espacio a la incorporación formal en la estructura productiva, sobre todo para las mujeres. No es casual, que muchas mujeres subsidien la economía formal desde estas “cocinas invisibles”, que se solapan y coexisten con trabajos en el sector público.

Nuestras mujeres han optado por una tarea asignada históricamente como prolongación del rol materno y el cuidado de los otros, pero también es una elección que reporta un ingreso sustantivo en el hogar; y a menudo representa el mayor aporte para la manutención del núcleo familiar. No sólo se trata de un trabajo exclusivamente doméstico y realizado por mujeres a modo de colaboración prolongando un mandato femenino, supone una planificación, una organización, estrategias económicas, creatividad e ingenio.

La cocina se torna aquel espacio capaz de reconfigurar identidades, subjetividades y mandatos asumidos a través del tiempo. Las resistencias son sutiles y en muchos casos no se vuelven conscientes no se socializan, marcando un obstáculo para tornarse en conciencia colaborativa; pero contar la experiencia habilita y legitima el ser y el hacer.

Es posible afirmar entonces, que toda narrativa posee una dimensión política y ello en la medida que hay subjetividades en juego y modos de relación y conflictos, en la medida que visibiliza, que circula, que provoca una conversación y vuelve posible adoptar la perspectiva de unas/os otras/os.

En definitiva, asumir la narrativa como estrategia no reporta una novedad metodológica en tanto el valor de los relatos es enfatizado en el uso de las metodologías cualitativas en general. Se trata en nuestro caso de un reposicionamiento, supone a la vez acoger y dejar espacio a la palabra otra, acompañando el hecho de hablar.

Narrar la cocina, no tiene en nuestra experiencia intenciones de buscar la representación ni la generalidad, sino que presenta un tipo de conocimiento particular que exhibe artefactos culturales, actores y actrices sociales, formas de interacción y de negociación. La cocina puede narrarse/vivirse como un espacio de lucha y de esperanza para las mujeres, que requiere de una mirada crítica y reflexiva para comprender sus múltiples dimensiones y significados. Los relatos pueden colaborar en la generación de estrategias grupales y sociales y políticas que contribuyan a deconstruir modelos patriarcales, y democratizar el mundo doméstico.

 

 

 

 

 


 

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[1] Licenciada en Sociología UNSE; Especialista en Enseñanza de la Educación Superior UCCuyo. Especialista en Investigación Educativa y Formación Docente Universidad Nacional del Comahue; Magíster en Ciencias Sociales UNSE. Profesora Titular e Investigadora de la Facultad de Ciencias de la Salud. UCSE

 

[2] Se habla de comensalidad, ya que la forma de consumir el alimento está determinada socialmente: con quien se comparte, en qué ocasiones, y con qué motivos, llegando a prescribir también el tipo de alimento a consumir en cada una de estas ocasiones, o según con quienes se comparte