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Es sabido que muchas mujeres de sectores carenciados, no tienen acceso a consultas de
salud mental, sexual y reproductiva; como grupo poblacional vulnerable además de
enfrentarse a sentimientos de angustia y desesperanza no pueden imaginar la posibilidad
de un proyecto a futuro; máxime en estos tiempos de Pandemia, en que se ven
condicionadas a cohabitar con sus victimarios, amenazadas en su seguridad e integridad,
impedidas de acceder a redes de apoyo y contención ante situaciones de violencia
doméstica (Montenegro y Montenegro 2000).
El aislamiento social puede resultar efectivo para que las mujeres no se contagien de Covid-
19, aunque esta medida provoca una separación de las personas y los recursos que mejor
pueden ayudarlas, siendo esta situación perfecta para quienes ejercen comportamientos
controladores y violentos en el hogar. Entonces, al mismo tiempo que los sistemas
sanitarios se esfuerzan al límite para prevenir los contagios, los refugios para la violencia
doméstica alcanzan también su máxima capacidad, agravándose el déficit de servicio al
readaptar dichos centros a fin de ofrecer una respuesta adicional al Covid-19 (ONU
MUJERES- Informe 2020).
Sabemos que los cambios que se producen en el mundo externo repercuten en la
subjetividad de los individuos, en su mundo familiar generando en ocasiones precarización
psíquica (Briuoli 2007). La Pandemia no sólo amenaza la salud física, sino que impacta
1
severamente sobre la salud mental de los integrantes de las familias, generando en
Lamentablemente, en muchos casos el confinamiento alentó las condiciones de violencia
hacia las mujeres, que en algunos casos derivó en femicidios. El Observatorio de las
Violencias de Género “Ahora Que Sí Nos Ven” registró para el período 20/3/2020 y el
26/4/2020, un total de treinta y dos (32) femicidios en nuestro país durante el
confinamiento; del Informe se desprende que un 72% de los casos ocurrió en la vivienda de
las víctimas, evidenciando de esta manera que el “quédate en casa” representa un peligro
inminente para las mujeres.
Algunas especialistas sostienen que, en las familias más vulnerables, la vida cotidiana
transcurre en espacios limitados y muchas veces en hacinamiento, lo que ocasiona
conflictos entre los miembros del grupo familiar; desde que comenzó el confinamiento
obligatorio, es posible advertir que la situación de encierro agrava la violencia hacia las
mujeres. Se trate de una vivienda grande o pequeña, haya hijos o no, haya suficientes
alimentos o no, las relaciones de dominio existentes en las parejas debido al sistema
patriarcal imperante (Segato 2010), van llevando a un incremento de la violencia y tal vez
quienes hasta ahora no fueron víctimas hoy lo son y quienes ya eran víctimas antes de la
pandemia, hoy están en situación de mayor vulnerabilidad.
Como respuesta a esa problemática emergente, el Estado, a través de políticas de
emergencia, amplió la atención telefónica en la línea 144, y la línea 911 de emergencias.
También efectuó campañas de prevención de la Violencia de Género en distintos medios de
comunicación y en las redes sociales. Desde el Poder Judicial se prorrogaron las medidas de
protección, con las que contaban algunas mujeres por 90 días más, aunque esto claramente
resulta insuficiente; pensamos que los dispositivos que se encuentran funcionando para el
abordaje en la problemática (de orden policial y judicial) necesitan incorporar a
profesionales de otras disciplinas para realizar intervenciones psicosociales efectivas
durante esta emergencia sanitaria.
No debemos olvidar los casos de mujeres que trabajan en relación de dependencia, donde
el hogar se ha transformado en oficina y el tiempo de trabajo se ha extendido; y si pensamos
en las mujeres que se encuentran en relación de precariedad laboral, la angustia se
multiplica en forma exponencial, dado que no pueden implementar las estrategias de
supervivencia que desarrollan habitualmente para aportar un mínimo de ingresos
económicos al grupo familiar.
muchos casos angustias, fobias y otros trastornos psicológicos. Esto se acentúa en el caso
de las mujeres porque es en ellas, donde recae generalmente la mayoría de las cargas
familiares: las actividades domésticas, el cuidado de los hijos y el desarrollo de las
actividades de alfabetización de los mismos.
A esto debemos sumarle, la frágil condición laboral de gran parte de los profesionales del
Trabajo Social en la provincia de Jujuy que por un lado se encuentran obligados a trabajar en
condiciones de precarización y flexibilización laboral (como resultado de años de
desacertadas decisiones socioeconómicas y políticas por parte del Estado); y por otro, la
drástica reducción del personal en diferentes áreas y servicios ya que debido a su edad se
encuentran entre la población de riesgo (sin que estas medidas hayan contemplado la
posibilidad de garantizar reemplazos para estos espacios), lo que presenta una notable
reducción de profesionales para dar respuestas a las demandas presentadas
cotidianamente, que van en crecimiento (Costas Frisón, Montenegro- 2020).
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Se define la Salud Mental desde la Ley vigente 26657/10, que en su artículo 3, expresa “como un proceso determinado por
componentes históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento, implica
una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona
Implicancia del Trabajo Social en contextos
de Pandemia de COVID 19
Desde el plano epistémico debe esforzarse con comprender de modo holístico el contexto
El Trabajo Social no es ajeno a la situación de pandemia que atravesamos y, al igual que otras
disciplinas científicas, se ve interpelada a partir del aislamiento social preventivo y
obligatorio, en forma dialéctica en sus dos planos: el epistémico y el de la intervención
profesional.