NUEVAS PROPUESTAS, REVISTA DE LA UCSE
Nro.61 - DICIEMBRE 2023
Licenciada en Psicología. Betina Bovino
Doctoranda en Trabajo Social. Investigadora Cat V. Docente Adjunta a Cargo de la materia Trabajo Social Contemporáneo I, Escuela de Trabajo Social. Facultad de CienciaPolítica y RRII, UNR
Resumen
Un número creciente de niños y adolescentes, con los que intervenimos cotidianamente en Atención Primaria de la Salud, se “integran” a las filas de la narcocrimininalidad. Venden drogas, asesinan, extorsionan y se convierten en un personaje de admiración y ejemplo paraotros; al tiempo que ellos mismos son “objeto” de uso, extorsión y asesinato. En muchos barrios de Rosario, los jóvenes acentúan la necromáquina, con para legalidades de quienes se asumen la dueñidad: de sus vidas y de los territorios. Analizar desde nuestras practices como profesionales, y revisar nuestros posicionamientos epistemológicos y teóricos, es un desafío que nos interpela y urge.
Palabras clave: Narcocriminalidad, necromaquina, atención primaria de la salud, trabajo social.
Abstract
A growing number of children and adolescents, with whom we intervene daily in Primary health care, are “integrated” into the ranks of drug crime. They sell drugs, murder, extortand beome a carácter of admiration and example for others; while they themselves are “objects” of use, extortion and murder. In many neighborhoods of Rosario, youn people accentuate the necromachine, with para legalities of those who asume ownership of: their lives and territories. Analyzing form our practices as professionals, and reviewing our epistemological and theoretical positions, is a challenge that challenges and urges us.
Keywords: Narcocriminality, necromachine, primary health care, social work.
Introducción
La ciudad de Rosario es conocida por su rica historia y patrimonio arquitectónico. Cuenta con una gran cantidad de edificios y monumentos significativos. Es cuna de grandes figuras como el Che Guevara, el escritor Roberto Fontanarrosa y el músico Fito Páez, y el futbolista Lionel Messi. Creció a orillas del río Paraná, que le confiere un entorno natural privilegiado; cuenta con un puerto internacional que exporta cerca del 80 % de la producción nacional de cereales, aceites y sus derivados, lo que la posiciona geográficamente, de manera estratégica con respecto a los países de la región. Rosario, ha sido desde sus orígenes, cultivo de las políticas expansivas de los proyectos gubernamentales, y de los grandes poderes del mercado.
Sin embargo, desde hace largos años, registra la tasa de homicidios más alta de la Argentina: 22 cada 100.000 habitantes (quintuplica el promedio nacional). Los datos aportados por la Fundación de Investigaciones en Inteligencia Financiera (FININT), registran 250 homicidios en 2022 y 221 en el año 2023, centrados su mayoría en las zonas sur, oeste y norte. Estos barrios comprenden el 12 % del territorio global de la ciudad, y en los que se disputan más de una decena de grupos por el control del narcomenudeo. Según Bovino (2016), Rosario -un puñado de rosas, como lo indica etimológicamente su nombre- pasó a convertirse en el lugar de producción, tránsito, consumo, y lavado de dinero de drogas, que, con el tiempo y el cambio de situaciones, pueden reasignarse y recombinarse de manera diferente.
No son peligrosos. . . Están en peligro: Atención Primaria de la Salud enel “Villa Manuelita”
“. . . pero me escuchaste y te detuviste, y mientras girabas la cabeza hacia mí, con un palo en la mano pegándole al piso, dijiste que ya era tarde, porque estabas muerto. . . ” Bovino, B. Cuaderno de Campo, febrero 2024.
Durante el mes de marzo del corriente año, quienes habitamos esta ciudad, fuimos “testigos” de cuatro muertes violentas (cometidas, según medios locales y nacionales, por “jóvenes sicarios”) en el transcurso de cinco días, en el contexto de disputas territoriales del narcotráfico. Valenzuela (1997) señala que las relaciones entre grupos sociales se construyen a partir del poder, y que el poder define a quienes considera “nosotros” y a quienes los “otros”: “Jóvenes sicarios”, para la prensa y el gobierno; “los pibis del barrio”, los que vemos cotidianamente, los “hijos de Rosa”, los “sobrinos de Antonia”, o los “hermanos de Solange”, para nosotros. Esos, que no temen a nada, los que no cargan con el peso del rechazo de un primer beso, pero si con el peso del cargador de la pistola en sus lastimadas manos.
El Centro de Salud en el cual ejerzo como Trabajadora Social está ubicado en un barrio del sur de Rosario. El Distrito Sur reúne barrios de antigua formación: Saladillo, Matheu, Matadero, Tiro Suizo, Calzada, Villa Manuelita y/o Tablada. Es menester mencionar que los orígenes del barrio se remontan a principios de siglo XX y están relacionados con tres lugares que definirían las características de dicho territorio conocido como “La Tablada”: La estación Central Córdoba, el puerto de Rosario y el frigorífico Swift (construido más al sur, en el barrio Saladillo). Esta zona aparece como un lugar de paso y asentamiento de trabajadores que llevaban adelante su labor en la zona sur de la ciudad. El nombre que popularmente se da al barrio tiene que ver con los corrales en donde los animales se guardaban para el matadero, construidos con “tabladas”. Si bien ésta nunca fue su nominación oficial, La Tablada se impuso por uso popular. Trabajadores portuarios, ferroviarios y obreros de las curtiembres fueron urbanizando de a poco el barrio, que se describía según Campazas(1997):
zona residencial y de villas miserias, de sanos lugares de diversión y esparcimiento; de duelos, compadritos y cuchilleros. Por razones de oficio en los corrales, curtiembres, mataderos y frigoríficos, el hombre usa el cuchillo como herramienta de trabajo y se acostumbra a ver la muerte diariamente.
Una recorrida actual por el barrio nos lleva a encontrar pocos rastros de aquella época. Hoy la fisonomía ha cambiado notoriamente, pasaron los años, pero también los proyectos políticos. ¿Qué más les puedes quitar a quiénes ya has despojado y quitado todo? Esta pregunta se expresa como una de las más crudas y violentas expresiones de injusticia social. Ya sea por acción o por omisión, el despojo es corpóreo:
el cuerpo, en el marco de estos procesos de injusticia social histórica, equivale a la consideración de este como un último reducto de la propiedad comunal privada y posesión de quiénes ya no poseen algún tipo de bien o posesión que le permita acceder a modos y medios de producción para la sustentación de la vida (Sánchez Zepeda, 2019: p.134).
La intervención del equipo de salud, y específicamente del Trabajador Social en Atención Primaria de la Salud en Rosario, se caracteriza por la inserción en una institución de salud ubicada en una zona predeterminada, denominada “área programática”. Este concepto operativo hace referencia a un área geo-demográfica de responsabilidad, en tanto cada efector de salud tiene a su cargo el cumplimiento, en su área local, de las políticas de salud provinciales, interviniendo con una población comúnmente estable.
Las actividades que se desarrollan en este tipo de instituciones suelen dividirse entre asistencia y de promoción de la salud. Interviniendo generalmente desde equipos conformados de manera interdisciplinaria. Dichas actividades tanto de promoción como las asistenciales se llevan a cabo, mayormente dentro de la institución y, en parte, fuera de la misma, en la modalidad denominada “extra muros”.
La institución, “salita” para la población, se encuentra en las cercanías donde esta reside y suele funcionar en la cotidianidad como una de las instituciones de referencia para la misma. Se la denomina primer nivel de atención en tanto es, la puerta de entrada al sistema de salud. Así Mario Testa señala que “la atención primaria es el eslabón inicial de la cadena de atención, donde se resuelven los problemas de menor dificultad técnica -diagnóstica y terapéutica y se orientan los restantes a los niveles sucesivos de la cadena” (1996: p.1). Un número creciente de niños y adolescentes, con los que intervenimos cotidianamente en Atención Primaria de la Salud, se “integran” a las filas de la narcocrimininalidad. Venden drogas, asesinan, extorsionan y se convierten en un personaje de admiración y ejemplo para otros; al tiempo que ellos mismos son “objeto” de uso, extorsión y asesinato.
En la conjunción de los conceptos de narcocriminalidad y necropolitica (Mbembe2011) reside el poder y la capacidad de decidir quién puede vivir y quien debe morir. El autor expone en Necropolitica la relevancia de que, incluso hoy, los Estados y las organizaciones privadas ejercen el poder sobre ciudadanos y poblaciones, controlando no solamente cómo y en qué condiciones viven, sino también ejerciendo sobre ellas el derecho a matar, controlando su mortalidad. Porque, de acuerdo a Agamben (2003):
una vez quebrado el concepto de igualdad de los seres humanos, el concepto de degeneración construido por la biología a posteriori del de inferioridad, posibilitará y dará legitimación al ejercicio de la política de muerte del Estado: la biopolítica, transmutará en tanatopolitica (p.17).
Ese resquebrajamiento de la igualdad se materializa en centenares de jóvenes empobrecidos de nuestra ciudad; jóvenes abandonados por el Estado y condenados a sobrevivir para no ser excluidos, para obtener reconocimiento, y oportunidades, para lograr un prestigio, situados en los márgenes de la ilegalidad. “Jóvenes de los barrios periféricos o de los sectores marginales, se traducen en ser violentos, vagos, ladrones, drogadictos, etc., en potencial o real” (Reguillo,1997). Adjetivaciones que refuerzan, un imaginario que atribuye a la juventud el rol de enemigo interno y al que hay que reprimir por todos los medios.
El pibe que lo mato a C, lo traiciono, porque era su mejor amigo y le pego por la espalda, lo llevo engañado al Parque del Mercado. Ese pibe hace el trabajo para muchos, mató a una banda (a muchas personas), es tira-tiros, le traen una bocha de armas y le pagan bien; yo no le tengo más miedo, cuando salgan mis tíos (detenidos) me van a dar cosas para hacer lo mismo que él, yo ya estoy jugado (Entrevista a E, 14 años, marzo de 2024).
En palabras de E, se ponen de manifiesto, los modos y los cómos de la “necromáquina”, el amurallamiento sobre los cuerpos como fronteras simbólicas, pero también territoriales: necrozonas (Valenzuela, 2019), en tanto región donde los poderes criminales van decidiendo la muerte de “nuestros” jóvenes y reconfigurando la fronterización de los cuerpos como mercancía para la política de muerte.
En la disputa por el narcomenudeo, la violencia determina los espacios de control y usufructo del territorio. Por ello, en nuestra ciudad, las bandas la usan (y “usan” a nuestros jóvenes) de forma sistemática. Su presencia en un determinado territorio urbano es violenta por sí misma, en cuanto se garantiza, en parte, mediante el uso y la amenaza de la violencia. Sin embargo, a diferencia de lo que podría pensarse, las “bandas” no siempre generan mayores niveles de violencia. El control depende, en gran medida, de los recursos que estos grupos tengan a disposición para afrontar conflictos armados. El territorio se ha convertido entonces, en una suerte de no-lugar, sin ley o Estado, donde no hay futuro. Allí, los adolescentes y jóvenes son respetados y temidos, porque operan “impunemente en nombre de otros” (adultos).
Siguiendo a Chaves (2010; 2012) podemos decir que, en la actualidad, la categoría de “juventud” es construida por la diferencia de grado con relación al parámetro elegido de “lo adulto”. Es decir, se trata de una construcción elaborada desde la falta (lo que el joven no es), o la potencia (lo que puede llegar a ser). Entre estos atravesamientos se irán constituyendo diversos modos de vivir, transitar y experimentar esa juventud, una construcción que en nuestros barrios, acompañada por un actor (narcotráfico)cuya irrupción ha adquirido mayor fuerza, capacidad expansiva y proyección en las estructuras de poder -producción, finanzas, seguridad y conocimiento-, así también, como una organización altamente lucrativa, que se ha ido legitimando en el marco de la economía, la sociedad y la política.
Rossana Reguillo (2021) nombra, examina y busca comprender el fenómeno de violencias tan “atroces” que interpelan nuestros marcos epistémicos y teóricos. Propone entenderlas y pensarlas desde el concepto de necromáquina, donde el engranaje que ponen en movimiento la clase política, los narcotraficantes, y los empresarios, da cuenta de que es más fácil administrar la muerte que la vida. Ya no se trata simplemente de cuerpos escasos o numerosos, sometidos o sumisos, ricos o pobres, útiles o inválidos, vigorosos o débiles, como evidencia Foucault (1985), sino también más o menos utilizables, más o menos susceptibles de inversiones rentables, dotados de mayores o menores probabilidades de supervivencia, muerte o enfermedad, más o menos capaces de aprendizaje eficaz.
En nuestros barrios, los jóvenes acentúan la necromáquina, con paralegalidades de quienes se asumen la dueñidad (Segato, 2018) de sus vidas y territorios. Son jóvenes signados por un gran “no”, de doble investidura: que niega su existencia como sujetos totales, por un lado, o que negativiza sus prácticas, por el otro (Chavez, 2010),parte de esas necromáquina, dispositivos y economías de muerte, de modo tal quela precarización y asesinato recae sobre ellos. La dueñidad mencionada, funciona a partir del control de los cuerpos, por ende, los fronteriza, encierra, limita, despoja de derechos y vida, utilizando mecanismos de despojamiento simbólico, moral, cultural o distintitas modalidades de violencia. Sin embargo, al mismo tiempo resulta ser el propio cuerpo de los jóvenes la zona de prueba de valentía, materializada en las cicatrices, las secuelas de los enfrentamientos y las balas.
Cuerpos “tallados” por la existencia de pluripobrezas expresadas en un repertorio segmentado de desafiliaciones sociales lindantes en determinadas necrozonas de exclusión, que transversalizan en nuestros barrios, el fenómeno de la desigualdad social. Múltiples precariedades humanas inducidas que viven de manera heterogénea la amenaza constante de la pérdida de su condición de sujetos reconocidos. Según Butler (2006), la precariedad representa tanto la condición como el efecto de la dominación, y debe ser estudiada como el instrumento de gobierno de las sociedades neoliberales. Se trata de la administración y gestión de la incertidumbre, la exposición al peligro, los cuerpos y los modos de subjetivación.
De este modo, las necesidades evocadas por los jóvenes atraviesan un conjunto de aspectos que trascienden al tiempo que incluyen, la problemática del narcotráfico: vivienda, trabajo, educación, seguridad, entre otros. Las condiciones que deben enfrentar las y los jóvenes son críticas y desesperanzadoras, en términos de Reguillo(2021), pasan por procesos de precarización objetiva en lo educativo, salud, empleo, recreación y economía, le son negadas todas las garantías necesarias para agenciar proyectos viables de vida a través del goce de derechos humanos fundamentales. Asimismo, la precarización subjetiva lleva al límite a las y los jóvenes, quienes, a partir de las violencias vividas, dejan de creer en sí mismo, y pierden la esperanzade construir alternativas de vida.
Consideramos importante señalar, como Trabajadores Sociales, la preocupación de una “ética neoliberal” que intenta eximir al Estado y responsabilizar a los sujetos por sus “competencias” individuales para el ejercicio de una ciudadanía en plural(ciudadanías); entendiendo que los dispositivos de poder (neoliberales) puestos en las políticas públicas encarecen a unos y privilegian a otros, mientras la muerte avanza sobre las poblaciones más pobres y vulnerables. Entre ellas, los jóvenes, a quienes se les destruyen las condiciones básicas para vivir y habitar sus mundos, al considerarlos, representarlos y señalarlos como personas de riesgo para la sociedad: personas prescindibles, sacrificables, desechables (Reguillo, 2015). Así, mientras se fragilizan las instituciones democráticas y se acrecientan las deudas del Estado en la actualidad, nuestra población a cargo, vive, enferma y muere dependiendo de las condiciones en que trabaja (producción) y vive (reproducción).
Coincidimos con Chaves que, “proteger e invertir en las vidas de les y las niñes, adolescentes y jóvenes de hoy hace su existencia menos desigual, hace su crianza más cercana a un proceso de felicidad y hace la vida cotidiana más resistente a la precariedad impuesta. La proyección de "hacerse grande çon mayores capacidades individuales, con interacciones sociales de legitimación de su existencia, respeto de sus prácticas y reconocimiento de sus experiencias, estéticas e identificaciones, y con una estructura social que mueva la balanza de la relación de desigualdad hacia los que menos tienen, debe ser un imperativo ético” (Chaves, 2022: 11) y político, que oriente y enmarque nuestras intervenciones cotidianas, en y desde los territorios. Muchos son los desafíos inmediatos y urgentes en Rosario, pero la consolidación de una política integral, “aferrada a la parcela cultivada, a la comunidad” (Kusch, 2007:109) que se comprometa con la garantía y el ejercicio de los derechos de nuestros jóvenes, es UNA SOLA.
Bibliografía
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